El humorista la rompe en Futurock, El Destape Radio, sus redes sociales, las barriadas, los teatros y su espacio cultural.

¿Cómo fue tu infancia en relación al barrio en donde naciste?

El Barrio de mi infancia sigue siendo mi barrio. Charlone, entre Olleros y Maure, ahí crecí y viví hasta mis 18 años, barrio de Chacarita. Jugué al fútbol en las canchitas de la calle Freire, que siguen abiertas, durante toda la primaria. Teníamos un equipazo con el cual ganamos hasta el viaje de egresados para todos nuestros compañeros. Todo lo que hay entre Cabildo y Corrientes lo caminé mil veces, aunque de Alvarez Thomas para el norte ya se considera Colegiales. El Barrio cambió mucho después del 2000, con la llegada de Polka e Ideas del Sur, dos productoras muy grandes que se instalaron cerca de mi casa. Años después, el Grupo Indalo compró Ideas y en ese mismo edificio sobre la calle Olleros terminé haciendo del Cadete en el programa de Navarro. También sobre la calle Olleros estaba la primera Unidad Básica donde milité cuando terminé el secundario. Después pasaron cosas y de Unidad Básica pasamos a un espacio cultural que se llama Simona, del cual participo actualmente, y que también queda en la zona. Cómo decía Aníbal Troilo: nunca me fui de mi barrio, siempre estoy llegando.

¿De qué manera se unieron en tu vida la militancia política y la comedia?

Fue un poco casual y un poco necesario. Coincidió con un momento en el cual nuestro proyecto político comenzaba a mostrar fisuras evidentes. Yo era bastante más chico, era muy twittero y casi como un ejercicio catártico creé un perfil falso en redes sociales de un militante de izquierda absolutamente extremista y liberal, en tono humorístico por supuesto. Durante un tiempo me divertí mucho con eso y encontré gracias a esa experiencia la potencia que tiene el humor a la hora de comunicar política. A raíz de ese personaje se me abrió una veta de posibilidades laborales en medios de comunicación. Cuando dejé la facultad (cursaba el 4to año de abogacía) lo hice sabiendo que me iba a dedicar a esto mucho tiempo.

La obra de humor político “Proyecto Bisman” que realizas junto a Martín Rechimuzzi ¿Cómo surge y hacia dónde fue?

Surge de esa cruza entre humor y política. Yo trabajaba en los medios del Grupo Indalo, estaba a la mañana en Radio10 y a la noche en C5N. Y a la tarde tenía mi propio programa en Futurock. Ahí lo conocí a Martín, antes del macrismo ninguno de los dos sabía de la existencia del otro. A finales del 2016 lo del Cadete estaba saliendo bien y me surgió la posibilidad de hacer algo en vivo. No estaba claro qué, porque yo jamás me había subido a un escenario ni había estudiado teatro ni stand up ni ninguna de esas cosas. La primera propuesta, de hecho, no llegó de la mano de un productor de teatro sino que vino de la política. Para ese entonces yo ya trabajaba mis contenidos con mis amigos Soledad y Nicolás y frente a la posibilidad de hacer un espectáculo era claro que había que buscarle una vuelta más porque a mí me faltaba de todo para poder subirme al escenario. Y todo lo que me faltaba era Martín, un artista sensible, talentoso y muy formado, que sabe de teatro, de improvisación, que hizo dos millones de obras durante toda su adolescencia y que además es un gran compañero, una gran persona y con el tiempo se convirtió también en un gran amigo. Todo lo que sé hacer arriba del escenario me lo enseñó él. Y al toque que conoció a Sole y Nico pegó buena onda y empezamos a trabajar los 4 muy bien, lo seguimos haciendo hasta el día de hoy y deseo y confío que será así por muchos años más.

¿Qué te genera la muerte de Ramona Medina?

Más allá del dolor que genera la muerte, el caso particular de Ramona Medina genera además bronca, porque se pudo haber evitado. Y cuando digo “se pudo” me refiero a que el Estado no hizo lo que tenía que hacer para garantizar la vida de Ramona Medina que durante varios días visibilizó lo que estaba pasando en la Villa 31: la falta de agua, la imposibilidad de respetar las medidas de aislamiento y prevención, el abandono, la desidia. Mientras todas las autoridades nos decían “lávense las manos” Ramona mostraba cómo desde la canilla de su casa no salía agua. Esa imposibilidad generó el contagio que terminó siendo fatal.

Hace 15 años que el macrismo gobierna la ciudad de Buenos Aires y ya sabemos para quiénes lo hace, a quiénes privilegia y a quiénes descarta. Con todo esto de la pandemia y el virus se volvió evidente la necesidad de tener un Estado fuerte y robusto, capaz de reparar las desigualdades que genera el mercado. Nosotros siempre decimos que el Estado tiene que estar ahí donde el mercado no llega. Pero la realidad es que también hay lugares donde no llega ni siquiera el Estado y ahí aparece la organización comunitaria y colectiva. Al igual que Ramona, miles de personas se organizan en sus barrios para sostener, para contener, para servir un plato de comida o un vaso de leche en un comedor. Si Ramona hubiera nacido y vivido en otro barrio, probablemente no le hubiera pasado lo que le pasó. Y eso es lo que se tiene que terminar en la Argentina, nunca vamos a tener una nación grande y un pueblo feliz si el que nace pobre está condenado a morir pobre. Esa es la transformación más profunda y más difícil a la que debemos apuntar.

¿Qué personas te inspiran para seguir creando?

Depende mucho del día. En este momento, Cristina y Michael Jordan.

¿Cuál es tu relación con las redes sociales y la virtualidad? ¿Tenes alguna anécdota personal que te hizo replantear tu utilización de la tecnología?

En lo personal tengo una relación sostenible, las redes sociales son parte de mi trabajo. Los replanteos en cuanto a su utilización trato de pensarlos de forma más colectiva que individual. Lo que me pasa a mí con las redes no me pasa solamente a mí, le pasa a cientos de millones de personas en todo el mundo. El teléfono celular debe ser hoy en día el objeto más utilizado por la humanidad, así que el vínculo que tenemos con él tiene que ser pensado por todes. No creo que las redes sociales formen parte de mi vida para siempre, supongo que es una etapa. No falta mucho para que se pongan de moda los teléfonos que solamente sirvan para hablar y mandar mensajes. Añoro un poco la época en la cual podíamos escondernos del resto de las personas, ir a lugares donde nadie sabe que estamos, saber que desde que buscamos a alguien hasta que logramos dar con él pueden pasar varias horas. Para mantener una conversación se necesitan dos voluntades pero en la actualidad pareciera que basta con una, que si yo te escribo vos me tenés que contestar al toque, porque yo ya sé que tenés el teléfono en la mano. Eso me rompe un poco las pelotas, hay muy pocas personas con las cuales me interesa hablar todos los días.

¿Cómo musicalizarías un viaje en auto a Mar del plata?

La música forma parte de la jurisdicción del copiloto. Si yo manejo delego absolutamente esa función por una cuestión de equilibrio en las decisiones. Si me toca ser copiloto a mí, tengo una lista de reproducción en Spotify que se llama “Ruta” pensada especialmente para ese momento. Música que se pueda cantar.