No sólo fue uno de los escritores más importantes de su generación, sino que también acercó a varias generaciones a la lectura, a través de un gran amor por la disciplina y una notable vocación de profesor.
La muerte de un escritor siempre deja un vacío y una obra por descubrir. En el caso de Ricardo Piglia el vacío es enorme. Su obra también. Quizá al hablar de él hablemos de uno de los escritores que merezcan subir a un podio imaginario, si consideramos la última parte del siglo XX y principios del XXI. Pero Piglia fue mucho más que un gran escritor. Fue un notable (y sobre todo un generoso) lector y un gran docente, como puede verse en la serie de programas sobre Borges que hizo para la Televisión Pública. Este costado comunicacional quizá sea la vía regia para quienes no tiene el hábito de la lectura a la hora de acercarse a él. En ese ciclo, además de entusiasmar para poder leer al gran escritor argentino, también entusiasma para comprender en profundidad la historia argentina y universal. Y, sobre todo, abre la puerta para comenzar a leerlo en sus novelas, sus cuentos y también en sus ensayos.
Por hablar sólo de sus novelas bien vale la pena mencionarlas:
- Respiración artificial de 1980
- La ciudad ausente de 1992
- Plata quemada de 1997 (llevada al cine por Marcelo Piñeyro)
- Blanco nocturno del 2010
- El camino de Ida del 2013
Otro registro imperdible son los diarios de Emilio Renzi, alter ego de Piglia (cuyo nombre completo era Ricardo Emilio Piglia Renzi), escritos durante más de medio siglo de 1957 al 2015. Ya han sido publicados Los años de formación, Los años felices y falta aún que salga a la luz Un día en la vida. Por suerte, falta leer esa parte de su producción literaria y, por suerte también, falta revisar su vasta obra que, sin dudas, adquirirá un valor inconmensurable con el correr de los años.