Uno de los parques más emblemáticos de la comuna tiene muchas opciones para pasar un buen rato de domingo

El desafío que supone qué hacer un domingo de mañana, cuando en general no hay obligaciones, encuentra una buena posibilidad en el Parque Rivadavia.

A las opciones de todos los días, la feria de libros, discos y  revistas, los juegos para chicos o la calesita se le adicionan otras.

Un clásico son los puestos de filatelia y  numismática, donde los coleccionistas están en su salsa: monedas, estampillas, tarjetas de todo el mundo resultan un tesoro a cielo abierto para ellos.

Si uno mira para la otra punta hay como dos grupos bien diferenciados: figuritas y juguetes.

Por un lado, padres con chicos que cambian las figuritas de turno. Se sabe, para un niño (y para un padre)  completar un álbum es de lo más parecido  a la felicidad. Por otro lado, hay puestos de juguetes antiguos, desde los autitos matchbox o los soldaditos a las más modernas figuras  de Star Wars, todos ellos cobran vida para decir que en tiempo de videojuegos ellos también existen.

Hay también montado un verdadero atelier al lado de los juegos para que los niños jueguen con los colores en mini atriles especialmente dispuestos. Y nos es extraño que por la zona aparezcan los artistas callejeros, titiriteros o payasos, habitantes asiduos del Parque.

Además, siempre vale la pena darse una vuelta por el monumento a Simón Bolivar, ubicado en el centro del terreno. Allí, regularmente se celebran festivales o recitales de todo tipo, desde demostraciones del mejor rock amateur (o no tanto) hasta celebraciones gastronómicas de comida del mundo. Todos los domingos, una sorpresa distinta. Y sino, unos metros más allá, frente a Rivadavia y con aquel enorme árbol como escenario, siempre habrá un músico con su guitarra, dispuesto a regalar sus versos.

Si es verdad que Dios descansó el séptimo día, no pasa lo mismo con los que atienden los puestos, la calesita, los vendedores y los artistas que dan lo mejor de sí para que los visitantes puedan dotar de diferentes sensaciones a su paseo. Eso es lo que sucede un domingo cualquiera.