Cerca de primera junta, una peluquería legendaria es uno de los secretos del barrio.

Buenos Aires tiene lugares arquetípicos, a descubrir, poblados de personajes singulares. Tal es el caso de la peluquería La Época, en pleno barrio de Caballito, cerca de Primera Junta. La dirección: Guayaquil 877.

Los primeros clientes llevaron a otros y el boca a boca hizo que La Época sea un lugar casi de culto, un secreto a descubrir. Pero allí no sólo se corta el pelo: es un verdadero museo de objetos miles de piezas de colección (y de uso cotidiano) y hasta con un piano antiguo. Su página de Facebook (porque los peluqueros también tienen que modernizarse) define perfectamente al lugar: “Barbería La Época es una peluquería que brinda el servicio tradicional de corte de cabello y afeitadas a navaja. Es también un museo viviente”. Y esa definición es perfecta: allí, mientras te cortan el pelo y te sirven un café, parecen cobrar vida las tijeras y las navajas de decenas de barberos de otros tiempos.

Miguel Barbes, su dueño, es un hombre histriónico, pero es también el padre de la elegancia y portador de buen gusto. Hay una norma tácita que debe ser respetada: el peluquero debe tener un corte acorde a su profesión, un cabello digno de alguien que hace un culto de él. Y El Conde, definitivamente, cumple con ese requisito de confianza. En sus charlas, suele contar que los barberos antes no solo cortaban el pelo sino que eran los encargados de hacer las cirugías menores y hasta de sacar muelas. El barbero (por suerte) hoy ya no hace eso.

El Conde Miguel es un experto en su materia. La barbería es un viaje al pasado para aquello que muchos no vivimos, pero que nos contaron. Allí hay actividades culturales, visitas de colegios  y es imperdible lo que ocurre año a año en la noche de los museos, en la que el local abre sus puertas a todos, para que escuchen las fantásticas historias de Miguel.

Al Conde no le fue fácil abrir el salón. Él dedicó años a esa tarea para juntar 10.000 piezas de colección y recolectar objetos de 16 barberías desarmadas.

El lugar es pequeño para tanto objeto, pero la calidez es grande. Tal vez algunos lo conozcan y otros no, pero cualquier vecino de Caballito lo tiene al alcance de la mano. Se corten el cabello o no, bien vale la pena entrar, tomarse un cafecito y viajar al pasado. Al menos por unos minutos.