Dicen que hace tiempo sus rieles dejaron de rugir, pero en el barrio, un grupo de amigos lo mantiene con vida.

Que los tranvías no pueden verse en Buenos Aires, desde el año 63 en el que dejaron de funcionar es parcialmente cierto.

Caballito es el ámbito en el que ocurre una excepción a esta realidad. Cada fin de semana, una pequeña flota se abre paso por un circuito de dos kilómetros, para el regocijo de los pasajeros.

Los tranvías que parten desde Emilio Mitre al 500, cada 25 minutos y, de forma gratuita, avanzan lentos pero seguros en un recorrido que suelen ser compartidos por abuelos, padres e hijos.

Recientemente se han cumplido cuarenta años desde que funciona la Asociación Amigos del Tranvía y la historia sigue su curso. Fue el 16 de julio de 1974 que el arquitecto Aquilino González Podestá fundó, junto a sus compañeros, esa asociación que reúne a aficionados y estudiosos de todo el país. Además de los recorridos gratuitos, la AAT también tiene otros objetivos: la conservación y restauración de coches históricos, la documentación y recopilación de material de lectura en una biblioteca popular y la coordinación de conferencias audiovisuales sobre el tema.

Algunos de los coches más importantes por su valía histórica tienen más de 50 y hasta 70 años de antigüedad y fueron construidos en, por ejemplo, Portugal, Bélgica o Inglaterra y muchos de ellos, además de haber sido utilizados por los tranvía de antaño, también recorrieron las oscuras vías de los subtes porteños.

Actualmente, a sus 82 años, el arquitecto Podestá continúa presidiendo la asociación, tras 40 años ininterrumpidos de pasión, compañerismo y mucho trabajo.

Los sábados de 16 a 19.30 y los domingos de 10 a 13 y de 16 a 19.30, el tiempo se detiene para quienes suben a los vehículos. Ellos están en el 2016, sí, pero también se encuentran suspendidos en un punto medio, que divide el presente del pasado. Ahora, el tranvía funciona como una pequeña máquina del tiempo, que rejuvenece a los más grandes por un rato y entretiene a los más jóvenes con recuerdos de un pasado cercano.

Para los que quieren recordar el mundo del transporte de antaño y para los niños a los que pasear en ellos les parezca subirse a un juguete  gigante, esta es una cita imperdible. Y es de Caballito.