Son muchos los artistas que han pasado sus días y sus noches en el barrio. Atahualpa Yupanqui es uno de ellos.

Atahualpa Yupanqui está entre los dioses del Olimpo de los artistas argentinos. Su fama ha superado los límites de su tierra hasta desembarcar en Europa y en el mundo. Eso se sabe.

Lo que pocos conocen es que de joven, e incluso antes de morir, Yupanqui vivió en Caballito cerca de Donato Álvarez y Rivadavia.

Yupanqui es al folclore lo que Gardel al tango. Sin dudas está en el top ten de los artistas argentinos. El citado Gardel, Borges, Cortázar, Piazzolla, Julio Bocca y algún otro comparten ese lugar.

Dueño de una síntesis conceptual a la hora de escribir, en un texto de menor extensión que un twit podía expresar lo que a un pensador le llevaría un capítulo de un libro. “Las penas son de nosotros las vaquitas son ajenas” escribió en El arriero, a título de ejemplo de lo antedicho.

Yupanqui fue un excelente guitarrista y un notable poeta, hecho que lo pone en un lugar al que pocos han accedido. Su espaldarazo en Francia se lo brindó una grande la canción: Edith Piaf. Al conocer a Yupanqui la notable artista no dejó que volviera  a Argentina y organizó varias fechas en la que compartió cartel con el por entonces ignoto artista argentino, quien nunca olvidó ese gesto de tamaña generosidad.

Atahualpa Yupanqui tuvo peso propio pero además influenció a la mayoría de los artistas de folclore y muchos, incluso gente de otros estilos musicales, grabaron sus canciones: Mercedes Sosa, Horacio Guaraní, Jorge Cafrune, Alfredo Zitarrosa, Jairo, Víctor Jara, Larralde son solo algunos de los muchos que pueden nombrarse.

Yupanqui escribió sobre el hombre y la naturaleza, toda su lírica gira sobre eso y si bien su obra quizá pueda apreciarse más en un ámbito alejado de la ciudad, nunca está de más revisar su extensa producción artística. Es inabarcable, como la misma pampa.