De cómo una necesidad urbana se transformó en uno de los edificios más bellos y llamativos del barrio de Caballito.

Buenos Aires siempre da sorpresas. Si de lo urbanístico hablamos, a cada paso, en cualquier barrio, podemos encontrarnos con una edificación que llame la atención.

El que camine por José María Moreno, en la intersección con Pedro Goyena, se topará con el Depósito de Gravitación de Caballito, una joya de la arquitectónica.

El depósito que fuera construido hace más de 100 años, entre 1912 y 1915,  es de un estilo neorenacentista francés que hoy se encuentra bajo la órbita de Aysa. El edificio posee 5 cúpulas, una en cada esquina y otra en el centro.

Y si lo estético fue importante en ese momento, la razón de fondo lo fue aún más: a fines del siglo XIX, las reservas y los depósitos potabilizadores de agua del país no eran suficientes para abastecer a la Ciudad de Buenos Aires de la cantidad necesaria de agua: fue por ello que se planearon, diseñaron y llevaron a cabo dos plantas, una, la mencionada, en el barrio de Caballito y la segunda en Villa Devoto, con dirección en la Avenida Beiró 4150.

La elección del lugar no fue azarosa: el de la cómuna 6 es uno de los puntos más altos de Buenos Aires a 37 metros sobre el nivel del mar. En el interior, doce enormes tanques de acero se encuentran distribuidos estratégicamente. Juntos, tienen la capacidad de trabajar con 72.000 metros cúbicos de agua.

Aunque el edificio ha sido protegido y restaurado en varias oportunidades y está considerado Área de Protección Histórica por el Gobierno de Buenos Aires, con los años y por el avance tecnológico fue perdiendo importancia en lo referente a la distribución de agua potable (hoy actúa como reservorio). La mole sigue en pie y merece la pena que cuando pasemos por allí hagamos un alto y le dediquemos un minuto a observarlo. Algún día (como los dinosaurios) va a desaparecer.