El Ballet de San Petersburgo interpretó la legendaria obra en el anfiteatro del parque, en dos jornadas en las que el arte volvió al barrio.

Siempre es una buena iniciativa que el arte salga de sus lugares habituales y vaya a los barrios. Más si el barrio, en este caso Caballito, cuenta con un lugar como el Anfiteatro del Parque Centenario. Eso es lo que ocurrió en los albores de la primavera cuando el Ballet de San Petersburgo interpretó El Lago de los Cisnes en dos jornadas. La compañía de danza pertenece a la escuela de Vosogrado, la misma de la que salieron figuras tales como Nureyev o Baryshnikov.

La música del Lago de los Cisnes fue compuesta por Chaikovski y el libreto se cree que fue escrito por Vladimir Petróvich Béquichev y Vasily Geltser. Todos nombres difíciles de pronunciar pero que hicieron una de las obras cumbres del ballet mundial.

Chaicovski no había compuesto nunca ballet y esta fue su primera experiencia. La crítica fue muy  dura con él: “Difícilmente se convertirá en un ballet de repertorio y nadie lo va a lamentar”.

En dos jornadas, la obra estrenada originalmente en 1875, tuvo su reproducción en uno de los centros neurálgicos del barrio. Y, en definitiva, cumplió con el objetivo primario de cualquier expresión artística: antes de que existieran las grandes construcciones, los grandes teatros, los escenarios imponentes, bastaba con un par de tablones, algo para decir y alguien que lo quiera escuchar. En definitiva, cuando el arte vuelve a la calle, se expone en forma gratuita y se acerca a cualquiera que quiera parar la oreja, abrir los ojos y agudizar los sentidos, es cuando llega a su máxima expresión.

Como se dijo, a El Lago de los Cisnes en principio no le fue nada bien, ni con el público ni con la prensa. Y seguramente nunca se pensó que la obra se convertiría en un clásico universal. Y mucho menos que dos días de septiembre del 2017 tuviera un lugar en el Parque Centenario.