Un lugar perdido en el tiempo ofrece un viaje al pasado en medio de las compras diarias.
Caballito tiene un lugar perdido en el tiempo. Pero a diferencia de lo que se puede pensar, es vigente, pujante y hasta incluso novedoso, por la calidad de productos que pueden encontrarse.
Es el Merado del Progreso, inaugurado en 1889 por la Sociedad del Progreso de Caballito en la Avenida Rivadavia y lo que antes era la calle Silva (hoy Del Barco Centenera). Ese dato, en una Ciudad como Buenos Aires, que no se caracteriza por la preservación de su historia, ya merece respeto. Pero esto no sería suficiente: el lugar está vivo.
El predio tiene 3600 metros cuadrados y casi doscientos locales que venden artículos variopintos. Hay para todos los gustos: tanto para la gastronomía y para las artes, como también para las casas de comidas, las fruterías, fiambrerías y carnicerías, e incluso hasta para la indumentaria y la decoración. Todo se puede comprar en ese enclave de la Ciudad, un lugar cerrado y de fácil acceso.
Pero si uno no necesita comprar nada también pude ser un paseo agradable, donde el tiempo transcurre de manera algo más lenta y donde su puede apreciar cada uno de los locales con atención, para conocer un ritmo distinto, más paciente, un escape temporal del frenesí de lo cotidiano. Ahí nomás, en la avenida Rivadavia, todo es velocidad, ansiedad, apuro y bocinas. Allí dentro, aunque tan sólo a unos metros del caos, parece haber tiempo y espacio para todo. Porque ellos, los locales, tienen su particularidad, como si en ese lugar no hubiese formas de estandarización.
Cuando uno baja en la Estación del Subte A en Primera Junta se topa con el Mercado, cuando camina por Rivadavia o por Del Barco Centenera también, incluso se puede llegar por callecitas pintorescas como Coronda, ingresando, en ese caso por la parte de atrás.
El Mercado del Progreso tuvo su espacio en la literatura y a la lo grande. Roberto Arlt en El juguete rabioso hace que el protagonista de la novela cobre vida en el mercado vendiendo papel de diario para pescaderías y carnicerías.
En tiempos de excesiva modernidad, vale la pena darse una vuelta por allí y sentir que el lugar hace honor a su nombre: el progreso no es justamente sinónimo de estructuras vacías y descartables. Para muestra sobre un botón. Y hay un mercado.