El comprometido actor habla de su compleja infancia, sus primeras incursiones en
el universo cinematográfico y de la producción audiovisual en general.

BRÚJULA: ¿Cómo fue tu infancia, en relación al lugar donde te criaste?

P: Yo nací en La Plata y crecí en Perú. Para mí la infancia tiene que ver con el desarraigo. Porque fui un desarraigado argentino en Perú por parte de padre peruano, fui un desarraigado de Santa Teresa donde mis padres compraron su primer departamento, un desarraigado del segundo departamento en donde murió mi hermano y de donde nos terminamos mudando. Cada desarraigo es una mutilación, una parte de uno que se va quedando en distintos lugares. Mis recuerdos son como fotografías blanco y negro hasta que pase al último departamento heredado en Cusco hasta el color de los años setenta de la Kodak fiesta en Argentina. Fue realmente un proceso de coloratura.

BRÚJULA: ¿Cómo empezó tu relación con la actuación?

P: La actuación tiene que ver con jugar solo y el cine como elemento inspirador de universos paralelos. Me gustaba jugar a la guerra de pequeño y morir como un soldado en combate, me ponía a temblar y mis amigos no entendían mis payasadas. Ahí empezó la génesis de mi oficio. La construcción de mi identidad tiene que ver con el teatro y James Dean, con su forma de actuar.

BRÚJULA: ¿Te gustaba ir al cine de joven?

P: En Cusco había como 15 cines y no había teatro. Vi dos películas perunas que me marcaron, “Allpakallpa” y “Muerte al amanecer” sobre la primera pena de muerte a un violador. Este cine me hizo darme cuenta que no sólo existía el cine americano. Empecé a disfrutar de la música, del color, de la fotografía y de la actuación.

BRÚJULA: ¿Qué relación mantenés con la tecnología?

P: Me cansé de Netflix por que el contenido se va degradando de a poco y existen otras posibilidades de encontrarse con otro tipo de historias. A mi me gusta el cine en el cine. Por eso en una época nos aventuramos a armar un festival de cine en las tres fronteras donde no había cine, todo era en carpas y al aire libre. Considerábamos que el hecho cultural, social y colectivo era lo que importaba del evento. Por qué el arte es un hecho político más allá de lo partidario.

BRÚJULA: ¿Cómo ves la producción audiovisual en la actualidad?

P: Hace algunos años, a partir del 2016, los hechos culturales se están intentando transformar en hechos mercantiles. Por qué la Ley de cine lo que quiere es fomentar el cine y no hacer negocios. Esto está reduciendo la cantidad y perjudicando principalmente a los jóvenes que quieren hacer sus primeras películas. En estos últimos años estamos filmando películas en la mitad de tiempo que se tendrían que filmar para reducir costos y esto atenta contra el producto. Además de atentar contra los propios trabajadores de la industria. Pero como somos argentinos y podemos terminar filmando con un celular la próxima película que gane el Oscar habla de la gran capacidad que tenemos para seguir construyendo ficciones. Yo estoy como secretario general de la Asociación Argentina de Actores y tengo que defender a ultranza el derecho que tenemos los actores. En estos momentos la situación es grave, pero no sólo en el audiovisual. También en la educación, en la salud y en muchos otros aspectos. El neoliberalismo trae aparejado todo esto.

BRÚJULA: ¿Creés que el espectador hoy es más exigente?

P: Creo que el espectador siempre ha sido exigente. Lo que ocurre es que hoy está más avezado a las grandes producciones y contra eso no se puede competir, no podemos andar con decorados de cartón, hay un planteo estético distinto y eso hace a la exigencia. El gran desafío que tenemos es poder generar posibilidades de trabajo y proyectos que estén jugando al mismo nivel de las series que viene de afuera.

BRÚJULA: ¿Qué te molesta de tu profesión?

P: La banalidad del actor, el taparse los oídos y cerrar la boca, el sostener un discurso vacuo y no comprometerse por conveniencia. Me molestan las estrategias del artista. Me molestan los que se determinan apolíticos para que la gente los quiera siempre.

BRÚJULA: ¿Cuándo te diste cuenta en dónde estabas parado?

P: Cuando entendí la realidad. Mi viejo me dijo “Acá hay una línea: De este lado hay machismos que no tienen nada y de este otro lado hay muy pocos que tienen todo. Decidite en donde te vas a parar”. Y yo se lo dije a mis hijos también, aunque me miren con cara rara. Yo respeto mucho a los que sostienen una ideología. No se puede andar boludeando enfrente de un micrófono o una cámara. Marlon Brando no dudo en ponerse del lado de la lucha de los afroamericanos, de los pueblos originarios y hacer toda una performance para visibilizar el conflicto con el FBI y no dudo en donar sus tierras. Y fue estigmatizado por eso, pero sabía dónde estaba parado.

BRÚJULA: ¿Dónde ves el machismo en el universo artístico?

P: Nosotros como sociedad venimos de celebrar los cachetazos de Arnaldo André en “Amo y señor” una novela que estaba a las 15hs en la televisión. Cachetada va, cachetada viene y eso festejábamos. O en Perú había un dicho que decía “Más me pegas más me quieres” y de eso venimos y de ahí están plantadas algunas personas. Los culos de la mujer como elemento de venta es algo que tenemos que empezar a cambiar. A mí me llamaron como 3 veces para participar de “Bailando por un sueño” y les dije que no porque no estoy de acuerdo con esa puesta en escena donde un tipo le corta la pollerita a una mujer. Me parece degradante. Las épocas son épocas y está por suerte es distinta.