Cuando muchos no se habían despertado luego de A Fuerza Bruta colgarse del obelisco en el acto inaugural, el domingo muy temprano comenzó la primera jornada de los Juegos Olímpicos de la Juventud.
Quienes concurrieron a la sede que oficia como epicentro de los Juegos en el Parque Olímpico en Villa Soldati vivieron un domingo de sol en el que una multitud rebalsó con creces los distintos pabellones en los que se desarrollaron las actividades.
Aquéllos que ingresaron por Escalada pudieron ver a la Villa Olímpica repleta de banderas y de jóvenes atletas saludando desde los balcones como muestra del espíritu olímpico del que siempre se habla. Una vez llegado al predio las colas fueron inevitables. En todos los pabellones pasó lo mismo. En esgrima, cola; en pesas, cola; en natación, mucha cola; en hockey, para ver a las Leoncitas, una cola interminable.
El predio, muy extenso, albergó a gente tirada en el pasto, viendo los espectáculos artísticos y buscando de alguna manera ingresar a los estadios para saciar su curiosidad. Muchas familias, jóvenes y no tanto, visitantes de todos los países: algún uruguayo con su bandera, africanos de diversos países, gente hablando en idiomas incomprensibles y venezolanos, que festejaron en la primera jornada dos medallas de oro de sus representantes, hecho que no había ocurrido para ellos en los dos anteriores Juegos Olímpicos de la Juventud.
El público, que salvo algunas excepciones nunca había estado en un evento de estas características, no sólo alentó a los argentinos sino a todos los deportistas, sobre todo a aquellos más débiles. En un país dominado por el fútbol, sería bueno que prendiera la semilla de otros deportes, en los que campea un espíritu menos mercantilista. Ese sería un resultado deseable luego de terminado los Juegos.
Guillermo Cerminaro