Especialista en comunicación política y opinión pública e integrante del Grupo Nomeolvides, Gastón Garriga distinguió que no se trata de cacerolazos, sino de un caceroleo, y que “volvieron a las prácticas que tenían como opositores». En diálogo con el programa Yerba y Alquileres, Garriga puntualizó que «cacerolazo» refiere a densidad, tamaño y fuerza, cosa que no han tenido».
También, diferenció entre quienes venden el «cacerolazo» y quienes lo compran: «Los que lo venden se juegan detrás de la antipolítica, que es una de las herramientas discursivas más eficientes, porque discute política y esconde el poder, que es el problema real. Ya sabemos quiénes son los ideólogos, reniegos con el interés de la patria y del bien común. Nos interesa la psicología y la subjetividad de quien puede comprar el caceroleo». En ese sentido, destacó que «los potenciales compradores de cacerolazos tienen una mirada muy diferente de la política, porque no la discuten, no la analizan y por lo tanto, no la tienen presente. Eso los hace más vulnerables y más manipulables».
Entonces, ¿cómo llegar a esos sectores? Para Garriga, es importante buscar otras formas de diálogo, prestando atención tanto a la forma como al contenido: «Los peronistas discutimos con intensidad, nos peleamos, nos abrazamos, tomamos un vino, y esa intensidad forma parte de nuestra vida y de nuestro estilo. Pero fuera del peronismo asusta un poquito. Vivimos tiempos descafeinados, cierta dictadura de falsa corrección política, y muchos compatriotas se sienten inhibidos o avasallados».
La enérgica respuesta, que se convirtió en trending topic de Twitter, #caceroleamelachota, es un componente para tratar la forma y contenido a la que refiere Garriga: «Me parecieron simpáticos esos gritos en el balcón contra el gorilaje, pero no perdamos la dimensión de las cosas. Esa actitud nos divierte, nos regocija, la convertimos en TT, pero para el segmento en disputa, que a veces compra el cacerolazo y a veces no (y esta vez no lo compró), de mínima, no convencemos, y en segunda instancia, corremos el riesgo de espantarlos. Hoy parece un problema menos porque el gobierno nacional tiene un elevado porcentaje de aprobación, pero no tenemos que regalar ni medio por ciento», y complementó: «Como dicen los gastronómicos: una cosa es el salón y otra la cocina. Hay discursos que funcionan perfectamente dentro de la cocina, pero si trascienden al salón, estamos en problemas».
Con la mejoría en los niveles de consumo, a partir de procesos de movilidad social ascendente, cualquier asalariado puede percibirse de clase media que arrastra problema identitario para analizar el fenómeno: «Si vivo de un salario, soy un trabajador. Deberíamos buscar la manera de reforzar esto, que no se percibe, o que está mal visto, instalado por el medio pelo, porque la clase media se define por la negativa; ni clase alta, ni clase baja. La clase alta desfruta sus privilegios, la clase baja rema en dulce de leche, en el mejor de los casos, y la media es ni muy muy ni tan tan, se definen por oposición», analizó Garriga: «Hay que hablar de clases medias, porque en la simplificación, como se dice, corremos el riesgo de vaciar la bañadera y tirar al chico con el agua, es un universo muy vasto». Para Garriga, “Alberto lo entiende como pocos y sabe interpelar a la clase media. Tenemos un presidente que vive de su sueldo y no tiene fortunas».
El infame grito de recudir sueldos a funcionarios públicos, que resuena entre los aluminios y el teflón, tiene que ser visto como una claudicación frente a la antipolítica: «Hay que reconstruir mayorías, pero no al precio de la demagogia y de los principios. Nosotros creemos que la política es la herramienta de transformación de la sociedad para enfrentar el problema del poder y la desigualdad. Cómo vamos a dar un paso en el sentido de hacerle creer a nuestros compatriotas que la política es el problema», alertó.
Gastón Garriga integra el Grupo Nomeolvides, y desarrollan talleres y encuentros por todo el país, planteando estrategias de diálogo, persuasión y ampliación de mayorías. Cuentan con una publicación titulada «Campañas moleculares. Comunicación política en tiempos de big data, fake news y posverdad» (Ediciones CICCUS, 2019). Garriga explicó que en las campañas moleculares buscan construir narrativas breves, para simplificar lo complejo que puede resultar para algunas personas los discursos que circulan en los medios: «Tratamos de buscar caminos indirectos que nos ayuden a explicar que la política no es eso que transcurre en la tele, y que lo que transcurre en la tele, y en otros ámbitos, incide en la vida cotidiana».
Frente a este escenario, de fuerte revalorización del estado, Garriga señaló, además, que «podemos partir de ahí para tratar lo público en general. Hoy, la mayoría agradece que haya un presidente que se ocupe de los más débiles, que ordene la sociedad, para no dejarnos en manos del caos del mercado. Así como ahora todos estamos de acuerdo que los barbijos son un insumo estratégico, tenemos la oportunidad para discutir y convencer dentro de unos meses que, por ejemplo, los dólares son tan importantes como los barbijos y que el Estado debe asignar su destino”. Para Garriga «es la oportunidad de salir jugando y tocando por abajo».
Yerba y Alquileres
Domingos de 12 a 14 hs
Radio Gráfica FM 89.3
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