A pesar de que vivimos en un sistema que promueve la salvación individual, la comodidad, la fragmentación, la “pantallización” de los deseos; que denigra a toda organización comunitaria que no responda a los centros de poder, todavía siguen existiendo ejemplos de que la unión y la lucha son las dos herramientas con las que cuentan los de abajo para hacer frente a las imposiciones de los sectores dominantes. Dos viejas amigas que resisten el paso del tiempo.

Durante meses los obreros del neumático reclamaron por cerrar las paritarias del año pasado y el actual con la patronal del sector. La intransigencia empresarial y el fracaso del ministerio de trabajo en su tarea, obligaron a los trabajadores a reforzar las medidas de fuerza y la huelga comenzó a hacerse sentir en una industria automotriz que está trabajando a pleno, generando pingües ganancias. Pero, como suele suceder; los empresarios lloraron miseria mientras la juntaban en pala. Entonces comenzó una campaña brutal de los centros de poder contra ese sindicato pequeño y combativo. Los medios hablaban de intransigencia sindical y reclamos desmedidos, la burocracia sindical enquistada en la CGT se lavaba las manos, el diputado liberal José Luis Espert exigía “Meter bala a los trabajadores”, el ministro de trabajo Claudio Moroni brillaba por su ausencia y el de economía, Sergio Massa, elegía mediar de la única manera que parece conocer: poniéndose del lado de los empresarios, afirmando que, si el conflicto seguía, abriría la importación de neumáticos. Lejos de amilanarse con las amenazas que les llovían de todos lados, los obreros mantuvieron la lucha y unos días después consiguieron que el sector patronal, compuesto por las empresas multinacionales Pirelli, Bridgestone y la nacional Fate, reconociera la justicia de todos sus reclamos salariales. Otro ejemplo de resistencia y organización de los trabajadores se dio con los empleados de la salud del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, imprescindibles en medio de la pandemia y maltratados de todas las maneras posibles por el ejecutivo local, luego de que pasara el pico de la ola COVID. El reclamo por el desmanejo sectorial y la explotación de los trabajadores de la salud en CABA, alcanzó a todos los estratos gremiales, involucrando no sólo el aumento salarial para residentes y médicos de planta, sino también el reconocimiento por parte del gobierno porteño de la enfermería como una profesión de la salud y el pago de un salario para los más de 700 Concurrentes, que trabajan gratis y sin ART en los hospitales de la ciudad ( Se ve que la implementación del sistema de esclavitud de estudiantes secundarios engendrado por Horacio Rodríguez Larreta es sólo una partecita de su ideario explotador). Luego de más de 2 meses de lucha y ninguneo por parte del ministro Fernán Quirós, los trabajadores consiguieron un aumento considerable, sobre todo para los médicos residentes, quedando todavía en espera una solución para enfermeros y concurrentes.

La unión y la lucha siguen siendo buenas amigas para los pobres, los débiles, los perseguidos. Hebe de Bonafini, quien murió el 20 de noviembre, podría dar fe de ello, lideró durante 45 años a un grupo de mujeres maduras que se atrevió a enfrentar al terrorismo de estado reclamando justicia por la tortura, asesinato y desaparición de sus hijos, por el robo de sus nietos. Solas y sentadas en sus casas esperando, nada hubieran conseguido. Durante su larga y desgastante lucha, esas madres consiguieron recuperar a 130 nietos apropiados ilegalmente como un botín de guerra, llevar a juicio a las jefes militares y a una parte de los torturadores y asesinos. Aún la sociedad y el sistema judicial (cuando no) siguen en deuda con ellas. Se elevan como un ejemplo en la historia de los derechos humanos en todo el planeta. Esa hilera de pañuelos blancos que podemos identificar en las fotografías, constituye una clara línea divisoria entre democracia y dictadura. Algunos políticos locales parecen no comprenderlo ¿Será porque a pesar de prestarse al juego democrático, siempre estuvieron del otro lado? Quizá habría que poner blanco sobre negro en ese asunto y reflotar aquel viejo programa televisivo en el que el rubio comentarista del mundial de fútbol preguntaba ¿Y vos? ¿De qué lado estás?

Eduardo de la Serna