En estos últimos días se dieron dos sucesos que aparentemente no tienen ninguna relación entre sí pero que pueden relacionarse libremente en estas líneas.

Uno de los hechos es la lamentable muerte del fiscal federal Federico Delgado a los 54 años de edad, una de las pocas caras confiables que podemos reconocer en el Poder judicial de la Nación. Un hombre austero, que iba en bicicleta hasta el edificio de Comodoro Py donde trabajaba, observando y tomando el pulso a la sociedad que debía investigar y acusar en los estrados. Difícil es reconocer el entramado social desde aviones privados, desde autos con vidrios polarizados y/o blindados. Difícil impartir justicia para todos desde una burbuja de cristal. En los últimos años, en parte por haber escrito tres libros sobre el sistema jurídico, había aumentado su exposición mediática. Era un crítico constante al funcionamiento del poder judicial argentino y uno de los pocos que se pronunciaba abiertamente por terminar con la descarada provocación que significa que los jueces no paguen el impuesto a las ganancias como el resto de los ciudadanos. Será difícil reemplazarlo en su tarea. 

Por otro lado se estrenó en el Complejo Teatral de Buenos Aires, una puesta de la obra de Williams Shakespeare “Medida por medida” realizada en clave de clown por Gabriel Chame Buendía y su grupo teatral. Casi dos horas de diversión garantizada. Un texto que tiene 500 años, pero no pierde actualidad ya que habla de la justicia, la ética y el abuso de poder, jugando con las contradicciones humanas en cada escena. La doble vara. La que usamos para juzgar a los otros, los desconocidos, los enemigos y la que usamos para medirnos nosotros y nuestros amigos. No conozco ninguna persona de clase media o alta, de esas  que se las pasan despotricando contra la corrupción ajena, que al momento de comprar su vivienda, no le haya preguntado al escribano: ¿Cómo podemos hacer para pagar menos impuestos? Tampoco conozco a ningún respetable escribano que se haya negado a ser intermediario de esa evasión impositiva. No inventamos nada, en la Inglaterra de cinco siglos atrás ya estaba instalado el “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”  que hoy sigue vivito, coleando y dando cátedra en el Poder Judicial argentino. Un organismo estatal que lamentablemente funciona como si estuviera privatizado y sólo respondiera a los deseos del poder económico. Si es por privatizar, advierto que el Poder Judicial está privatizado hace largo tiempo. Nunca hay fallos que afecten a las grandes empresas o empresarios, las acusaciones que reciben estos, siempre terminan diluyéndose con el tiempo en alguna corte o juzgado. Este accionar no puede resultar extraño si se tienen en cuenta ciertas noticias como que buena parte del staff tribunalicio (no sólo los dos fiscales de la Causa Vialidad)  juega al fútbol  o al tenis en la quinta del empresario Mauricio Macri (una persona que ha juntado en sus años de vida empresarial y política más de 200 causas judiciales en contra y nunca fue condenado) o que hay jueces y fiscales que, invitados por el Grupo Clarín, van de visita a la mansión sureña de Joe Lewis, el magnate norteamericano (hoy enjuiciado en su país) que hace años se robó un lago del territorio argentino y no lo devuelve. Así las cosas, no puede extrañar que  Carlos Pedro Blaquier, dueño del Ingenio Ledesma, nunca haya ido a prisión por los crímenes de lesa humanidad que se produjeron en la localidad de Libertador Gral. San Martín durante la dictadura militar en la conocida “Noche del apagón”, de la que fue cómplice y gestor y que dejó como saldo 400 detenidos y 33 desaparecidos, o que de la misma manera ni Héctor Magnetto, ni Ernestina Herrera de Noble del Grupo Clarín, ni Bartolomé Mitre de “La Nación” hayan recibido una condena judicial por haberse quedado con la empresa Papel Prensa gracias a las mesas de torturas de la dictadura. Estos son sólo algunos de los ilustres personajes que “entran por una puerta, reciben un abrazo y salen por la otra” (eso sí, siempre con alfombra roja) En la medida que sigamos aceptando esta doble vara, que sólo castiga a los más débiles y humildes; todo irá de mal en peor. En la medida que los medios de comunicación asalten en malón el barrio de Villa del Parque buscando a un ladrón de canillas en las cercanías de GEVP, en lugar de buscar en los puertos cerealeros o en las cuevas financieras, de los bancos, a los que se roban millones de dólares todos los santos días, seguiremos sumergidos en la desigualdad y la decadencia. De eso hablaban y hablan en sus textos el dramaturgo inglés y el fiscal argentino. De sistemas judiciales que lo único que hacen es garantizar la injusticia. De la doble vara que utilizamos para medir personas y sucesos según nos convenga.