A mediados de los años 40, los manifestantes peronistas, en su mayoría obreros y trabajadores del conurbano, cantaban en las movilizaciones “¡Alpargatas sí, libros no!” como consigna poco feliz para denostar a los estudiantes universitarios que se oponían al ascenso político de Juan Domingo Perón. En estos tiempos, en la ciudad de Buenos Aires, con una invasión de roedores en los colegios, otra consigna parece haberse puesto de moda: ¡RATAS SÍ, LIBROS NO!
La cantidad de roedores en la Ciudad de Buenos Aires aumentó de manera considerable desde que comenzó el año 2019. Se calcula que hay un promedio de entre siete y nueve ratas por habitante en la ciudad, es decir, más de 20 millones de ratas. Según los entendidos el aumento se debe en parte a los grandes movimientos de tierra que provocan las obras faraónicas en que se ha embarcado la actual administración del gobierno porteño y el simultáneo descuido de las políticas públicas en materia de salud y educación, sobre todo de aquellas que no pueden ser vistas por la mayor parte de la población y que no puedan generar rédito electoral, como pueden ser la fumigación y el control de plagas.
Este tríptico de obras de envergadura que incluyen al Paseo del Bajo, y la elevación de los trenes Mitre y San Martín (hasta los límites de la Comuna 15) han provocado la migración de innumerables colonias de roedores hacia otras zonas de la ciudad que hoy se ven invadidas por estos animales que son transmisores de enfermedades como la rabia, el hantavirus, la parasitosis y la leptospirosis.
Según el registro de la Agencia Gubernamental de Control de la Ciudad de Buenos Aires, en 2018 se realizaron 862 denuncias por presencia de roedores en comercios, casi la misma cantidad que se llevan realizadas en la primera mitad de 2019.
Las ratas parecen haber encontrado refugio en las escuelas públicas porteñas llevadas, más que por su avidez por educarse, por la carencia y/o ineficacia de las tareas de limpieza y desratización en los establecimientos educativos.
Son varias las escuelas que han debido suspender las clases debido al acoso de esta plaga y la falta de soluciones aportadas por las autoridades, entre ellas la escuela N° 11 Marcelo T. de Alvear y el Jardín de Infantes Lola Mora en Juan Bautista Alberdi 163 (Caballito), los Liceos N° 2 , Rivadavia 4950 (Caballito) y 4, Ayacucho 875 (Barrio Norte), la escuela 20 Rosario Vera Peñaloza en la calle Pringles 1165 (Almagro), la escuela N° 15 Coronel Carlos Tomás Sourigues, en Aranguren al 2400 (Flores) y la escuela de Comercio N° 19, Juan Montalvo (Caballito).
En las escuelas de Caballito, los vecinos comenzaron a quejarse de esta situación en el verano, cuando todavía no habían comenzado las clases, argumentando que tal era la densidad de ratas, que las veían desde los edificios contiguos pasearse orondos en grupo por los patios de los colegios. Meses después los padres están desesperados porque dudan de la eficacia de los controles efectuados por la Municipalidad y de la higiene de las aulas y comedores a los que concurren sus hijos ya que continúan apareciendo roedores.
Dada la magnitud de los acontecimientos, los legisladores Guouman y Halperín (Evolución) impulsaron un pedido para que el Gobierno de la Ciudad explique las medidas que ha llevado y llevará adelante para controlar la presencia de roedores en las escuelas porteñas. Podríamos concluir que en la Buenos Aires de Larreta, aquella vieja frase: “¡Agarrá los libros que no muerden!” ha perdido vigencia.
Por Eduardo De La Serna