Estamos acostumbrados a encontrar en los informativos de radio y televisión, noticias acerca de personas desaparecidas sobre todo jóvenes, niños, personas de edad o con algún trastorno mental. Por eso la desaparición de un agente en actividad de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires desde hace más de 7 meses, resulta un suceso extraordinario que, extrañamente, no tiene la difusión que debería.
Que un agente policial desaparezca no es algo común y mucho más que esto suceda por más de siete meses. Normalmente, cuando esto ocurre la movilización de la institución es tal, que el enigma no tarda demasiado tiempo en resolverse, Así sucedió, por ejemplo, con el agente de la policía de la ciudad Esteban Duarte, quien luego de ser buscado intensamente durante varios días en junio de 2017, fue encontrado muerto, con un tiro en la cabeza dentro de su automóvil. Éste no ha sido el caso del oficial Arshak Karhanyan de 27 años de edad, quien fue visto por última vez en la tarde del 24 de febrero de 2019, retirando dinero de un cajero automático ubicado en la estación Primera Junta del subte A ubicada en el barrio de Caballito a pocas cuadras de su departamento. Previamente había comprado una pala en un negocio cercano, a partir de ese momento no se sabe nada de él.
Karhanyan, de origen armenio, se formó en el Colegio Militar, luego estudió informática en la UTN y por esa especialización entró a Cibercrimen de la Policía de la Ciudad. Pero su situación en la fuerza no ha estado exenta de conflictos. Estando en ese primer destino se negó a firmar una parte de los análisis de las cámaras de seguridad del edificio Le Parc donde se produjo la muerte de Alberto Nisman en 2015. Eso motivó su salida a la División Exposiciones, la sección encargada de realizar los allanamientos que realiza la fuerza, un área que siempre está en la mira ante la posibilidad de que el personal policial involucrado se quede con algo que no le pertenece de los domicilios que son motivo del procedimiento. Allí también tuvo conflictos que determinaron que fuera trasladado a la Comisaría 7-B, poco tiempo antes de su desaparición. Esta sucesión de inconvenientes laborales, había provocado que al comenzar el año no se encontrara cómodo con su situación dentro de la Policía de la Ciudad.
Ese domingo en que se lo vio por última vez, tenía una cita en la casa materna a la que nunca llegó. Esto motivó enseguida la alarma familiar, al día siguiente su hermano fue al departamento de Caballito y se encontró con la moto en la entrada del edificio, sin amarrar. La puerta con llave, lo que no era habitual. Adentro, los dos teléfonos celulares que usaba Arshak; el personal y el policial. Uno en la cama, el otro enchufado. No estaban ni su billetera, ni su credencial, ni su arma reglamentaria, aunque normalmente no la usaba durante sus francos. Luego en una cámara de seguridad se encontraron imágenes en las que el muchacho desaparecido hablaba de manera tensa en la puerta de su casa con un oficial de su anterior destino, la sección Exposiciones. Ante la investigación del hecho, la declaración del oficial fue poco sólida, dejando algunas dudas sobre la veracidad de sus dichos. Algunas voces dicen que Karhanyan “Estaba metido en algo oscuro”, otras que ”Había descubierto algo oscuro”, pero lo cierto es que el misterio acerca de su desaparición se ve engrandecido por la actitudes displicentes de la institución Policial para investigar inicialmente el caso, la del juez Baños para aceptar a la familia como querellante en la causa y la de la mayoría de los medios de prensa que han ignorado olímpicamente este caso.
Eduardo de la Serna