Una mujer de múltiples capas, llena de intereses y arriesgada. A los 52 años, Ines Estevez, está atravesando una etapa nueva donde se enamoró de la música.
BRÚJULA: ¿Tuviste relación con el barrio dónde naciste? ¿Cómo fue?
INES: Yo no tengo una infancia barrial tengo una infancia pueblerina. Soy del interior y a pesar de que Dolores es una ciudad, porque el partido de Dolores supera los treinta y pico mil habitantes, mi juventud mi adolescencia fue en pleno clima pueblerino. No te queda otra que ser amiga de las pocas personas que viven ahí. Tu vida transcurre en la vereda, en invierno era hasta una hora y en verano era otra. Las noches de verano eran terriblemente caluroso.
Algo que me acuerdo es que nosotros no teníamos muchos recursos económicos, y en el pueblo todos andaban en patines, mi padre entonces me inventó unos súper rudimentarios y difíciles de usar. Pero yo andaba todo el verano con los patines puestos.
BRÚJULA: ¿Notaste mucho el cambio cuando viniste acá?
INES: La urbe no es mi ámbito. Me parece muy alienante, yo vivo en un barrio muy tranquilo, y desde hace varios años hasta acá intento vivir siempre en una casa, y con los pies en la tierra, al menos un poquito de verde. Pero bueno, es como si te abdujeran extraterrestres y te depositaran en Plutón, un Plutón súper poblado. Eso fue aproximadamente a los 17 años.
BRÚJULA: ¿Cómo comenzaste con la actuación?
INES: Bueno yo ya había empezado allá en Dolores. Había una compañía de teatro allá muy buena que se llamaba Artis, y que comparándola con actores profesionales de ahora me doy cuenta que era muy buena. Hacíamos funciones todos los fines de semanas, y eran a sala llena. También estudié danza clásica entre los 4 y los 13, iban maestros del teatro argentino de La Plata a darnos clases. Entonces cuando vine acá retomé las clases de danza, pero también la música siempre me acompañó. Mi padre era muy jazzero, tocaba algunos instrumentos y cantaba de oído. Mi hermana fanática de la música brasilera, mis hermanos eran bien rockeros y a mi madre le gustaba la opera. Que yo hoy cante jazz tiene que ver con todo lo que yo absorbí en esa época.
BRÚJULA: ¿Cómo relacionas la industria audiovisual y la musical?
INES: Soy muy nueva en el mundo de la música, y la industria no la conozco así que no tengo como vincularlo. Podría hablar desde el lugar de intérprete, lo que me pasa a mí. Me parece que son dos disciplinas muy distintas. La actuación requiere justamente una disciplina muy estricta, dependes muchos de tu cuerpo de tu mente, de tu equilibrio, y de tu disponibilidad horaria, porque son jornadas de 10, 12 horas. Al principio estaba buenísimo, porque era una novedad encantadora, pero después se va tornando más tedioso.
Con la música es distinto, si bien requiere de cierta disciplina la garganta tiene una técnica, etc. Tiene una bohemia que la actuación no tiene. Eso es una de las cosas que más me atrae del mundo de la música. Es menos neurótico.
BRÚJULA: ¿Cómo te llevas con la virtualidad?
INES: Considero que las redes son una cosa y la virtualidad es otra. Manejo redes desde hace relativamente poco, me negué a ellas durante mucho tiempo. Me abrieron un twitter por una cuestión laboral y después lo empecé a usar. Pero bueno es una forma interesante de comunicar algunas cosas constructivas al mundo. Intento siempre tratar temas que aporten de un modo positivo. Haciendo servicio social, promocionando mi trabajo o comunicarme con las personas adecuadas.
No consumo demasiado plataformas como Netflix, Spotify, no tengo mucho tiempo para consumir esas cosas. Tampoco mucho tiempo para el cine o para escuchar música. He visto algunas series puntuales, pero el gusto masivo no coincide nunca con el mío. Cuando tengo demasiadas opciones termino apagando la computadora o el teléfono.
BRÚJULA: ¿En la actualidad que es lo que más te apasiona?
INES: Y mi pasión actual es la banda, es lo que más me gusta, además es una profesión inesperada. Nunca me había sentido autorizada a dedicarme a cantar, pero ahora estoy mucho más cómoda. Mismo al principio me ofrecían ser intérprete pero nunca me sentí cómoda, porque solo interpretar no era mi búsqueda, siempre estuve más del lado de las ideas, de la composición. Ahora ser cantante de Jazz y estar al frente de una banda, es un sueño. Llenar un ND Ateneo, una Usina del Arte, era algo que no estaba en mi imaginario, y fueron momentos hermosos.
Yo siempre seguí mi instinto y las cosas se fueron dando. También me rodie bien en el ambiente correcto, pero siempre termino sintiendo que se completa un ciclo, porque desde muy chica estuve cerca de la música. Pensá que yo no sé música, es pura intuición. Pasar de la actuación a la música fue algo inesperado, pero a la vez fue un camino fluido y lleno de satisfacción.