El director argentino Fernando Salem estrenó su segunda película “La muerte no existe y el amor tampoco” protagonizada por Antonella Saldicco y Justina Bustos. El proyecto está enmarcado en el paisaje patagónico y cuenta en profundidad los vínculos humanos mas cercanos.

¿Cómo fue tu infancia en relación al barrio donde naciste?

Yo me crié en Parque Chacabuco, en un edificio contrafrente cerca de la autopista. Escuchaba la autopista todo el tiempo. Tuve una infancia muy urbana. Iba al colegio y volvía caminando, andaba por Primera Junta, por Parque Rivadavia, compraba y vendía revistas o manuales y libros escolares. La verdad es que no era mucho más que eso. Me hubiese encantado criarme en un contexto menos estresante o menos urbano o al menos un poco más suburbano. Esa fue mi infancia. Tal vez por eso me gusta filmar en desiertos o busco lugares abiertos para contar las historias de las pelis.

¿Cómo empezó el enamoramiento por el universo audiovisual?

El universo audiovisual se me apareció haciendo un cortometraje para una materia de Ciencias de la Comunicación que se llama Taller II. Dirigiendo el corto me di cuenta que me gustaba el rol, que tenía facilidad para organizar, para armar equipos, para delegar, para ser el custodio de la visión general del trabajo y llevarla hasta las últimas consecuencias. Siempre me pareció una herramienta de comunicación. No es que a mi lo audiovisual me seduzca sobre cualquier otro lenguaje sino que me parece una forma muy atractiva y eficaz para decir ciertas cosas. Me parece que más que un enamoramiento es un descubrimiento de una herramienta de comunicación muy sofisticada que, de alguna forma, emula la realidad y nos permite vivir vidas posibles o aventuras o romances. Creo que es más un descubrimiento.

¿Cómo surgió el proyecto de “Zamba”?

Yo venía de trabajar en la película de JUAN ANTIN que se llama “Pachamama” como asistente en la etapa de desarrollo. Después de muchos trabajos empecé a trabajar en la productora “El Perro en la Luna”. Después de viajar por el país registrando piezas documentales de escuelas públicas me propusieron hacer una animación para contar los acontecimientos de la revolución de mayo. Siempre lo pensamos como un proyecto con posibilidad de trascender y por suerte así fue. El proyecto unió un poco mi vocación de dibujante frustrado, mi enamoramiento por los dibujos animados, mis conocimientos de cine, mi experiencia con JUAN ANTIN y, de alguna manera, ese viaje anterior que hice que me marcó tanto a la hora de pensar un personaje argentino.

¿Qué fue lo que te atrapó de la novela “Agosto” de Romina Paula, en la cual basás tu segunda película “La muerte no existe y el amor tampoco”?

Leí esa novela para resolver un problema que tenía en “Como funcionan casi todas las cosas”, mi película anterior. Lo que buscábamos en ese momento era contar una hija que perdona a su madre que la abandonó. En este libro hay una historia sobre eso. Me gustó mucho la forma en que Romina abre su mundo y nos permite a los varones, en especial, asistir a ese pensamiento tan femenino. Ella tiene una mirada bastante sórdida de lo femenino, sin lugares comunes, muy original. Me sedujo mucho la posibilidad de encontrar una sintonía de un universo tan propio como el de ella. Ese mundo a mí como varón se me presenta como un misterio, como algo que es digno de conocer. De alguna forma la novela fue una apertura, pude indagar un poco más en ese universo de amistad, de mujeres, del amor, de los duelos. El libro me parece apasionante en su trama y también en la forma en que Romina narra.

Las protagonistas de tus películas son mujeres, ¿de qué manera empatizás?

No sé si la palabra es empatizar pero sí me atrae mucho el universo de las mujeres. Me parece mucho más hondo o por lo menos más complejo e interesante que el de los hombres. Creo que los hombres tenemos muchas inhibiciones o prohibiciones. SI se quiere, el patriarcado opera bastante sobre nosotros y nuestra posibilidad de conectar con sentimientos o con el universo que generalmente se le atribuye a la mujer. Me interesa la problemática de la mujer, sus conflictos, la cuestión ligada a la maternidad, las dificultades sociales, los mandatos, cómo opera el patriarcado sobre las mujeres, la amistad. Me parece que es un universo mucho más sensible, mucho más profundo. La película pretende tener esas características. En principio me acerco al universo de la mujer de esa forma. Esto no quiere decir que una película que trate una problemática de varones no pueda ser sensible pero me parece mucho más interesante indagar sobre el universo femenino, así sea desde el lado del varón o de la mujer.

¿Cómo fue la experiencia de filmar en la provincia de Santa Cruz la mayoría de las escenas?

Filmamos en el pueblo de 28 de noviembre, en Rio Turbio y en El Calafate. La experiencia fue inigualable porque la gente de la comunidad, especialmente de la Cuenca Carbonífera, se sumó a la película y la adoptador como propia. Trabajaron en ella y la quieren. Dentro de poco vamos a reencontrarnos con ellos y vamos a proyectar la película en 28 de noviembre, donde no hay ningún cine. Fueron muy amables con nosotros, nos recibieron con los brazos abiertos. Y a pesar de que tuvimos un poco de frio, lo cual es natural, me parece que el escenario terminó siendo más protagonista, lo cual agradezco. De alguna forma Santa Cruz termina siendo una especie de geografía emocional, lo que tiene adentro Emilia verlo como horizontes, representa mucho al espíritu de la protagonista. Pasó a ser un personaje extra: dejó de ser escenario o fondo y pasó a ser figura.

Los procesos cinematográficos son muy largos y complejos. Pueden pasar años desde que ocurre la ida hasta que se plasma en la pantalla grande, ¿cómo trabajás la ansiedad?

En este proyecto en particular fueron cuatro años y en el anterior fueron como diez. Yo creo que si uno tiene algo para decir eso te da una fuerza, un empuje. Es una fiebre que te agarra, como una pasión que no te suelta. Creo que tiene que ver con la perseverancia, la fuerza de voluntad. Lo que tenés para decir es tan importante que los obstáculos que aparecen los vas pudiendo sortear. Creo que si lo que tuviese para decir no tuviera fuerza lo hubiera abandonado. Cualquier película que se hace tiene detrás una idea matriz que hizo que se pudieran sortear todos los obstáculos. Obviamente por mi voz también te das cuenta que estos procesos cansan y demandan mucha energía. Hay que ser fuerte como para, tanto en la pre-producción como en el rodaje, la post-producción, la escritura y la exhibición, tener la misma fuerza de voluntad. Yo trato de ver cuál es la idea que me mueve, que me pone en acción y conectarme con ella. De esa forma uno es invencible.

Fermín de la Serna