Mariposa Blanca es cantante, bailarina, escritora, profesora de canto, transfeminista y activista vegana. Vecina del barrio de Agronomía hace casi seis años, es normal verla ensayar entre la naturaleza de la Facultad, rodeada de gente, compartiendo arte y conciencia. Como sobreviviente de violencia sexual, la artista feminista decidió transformar el dolor en libertad y compartió los recursos en su libro “El abrazo conjunto”. Esta es su victoria.

Por Nicole Martin
@nicolemartin_27
Fotos: @Mariana Moretti

¿Cuál es tu relación con el barrio?
Mi relación con el barrio es que no me quiero ir más. Vivo en CABA desde los 19 años. Roté por varios lugares y cuando quedé embarazada de mi hija decidí quedarme en un lugar para establecer su rutina. Tres meses antes de que nazca Luana, me mudé a un departamento en Agronomía. Es la primera vez desde que vivo en Buenos Aires que siento que estoy en mi barrio, en mi zona donde tengo amigues, donde nos juntamos en la agronomía. Y esa es la magia de lugar. Yo quería darle la mejor calidad de vida a mi hija y este lugar, gracias a su pulmón, es lo mejor que le puedo dar en la ciudad.

¿Cómo empezó a desarrollarse tu vínculo con la música?
Mis mayores fans están en el barrio y son les hijes de mis conocides. Es muy loco porque a les niñes les gusta mucho mi música. En realidad, es natural porque la música que yo hago es simple, de pocos acordes y que transmiten un mensaje claro. Lo que más me gusta de mi música es generar emociones y transmitir mensajes simples y claros.

Seguí a Mariposa Blanca en:
@MariposaBlancaPagina

¿Cómo es la estructura de tu círculo musical?
Soy cantautora y la gente que me acompaña ha ido variando con el paso de los años. Tengo un muy buen vínculo y sigo en contacto con la mayoría. Mi idea cuando era joven era tener una banda pero cuando me di cuenta del trabajo que llevaba mantener una banda decidi ser solista y que la gente rote. Fernando Lassaque, por ejemplo, es el músico con el que más toqué. Es el guitarrista con el que tocamos ahora, junto al percutor que es Alejandro Leguizamón. Y ahora se agregaron dos compas, una para hacer coros y otro para leer unos poemas, sobre todo en el show Intima (14/3).
Voy con lo que hay, a veces sola y un shacker. Recuerdo que en la jornada “Basta de abusos en el rock”, elegi un par de canciones simples y salió. Después fui a cantar a los primeros eventos de “No nos callamos más”. Canté “vivir es amor”, que es un tema que habla de la violencia sexual. Siempre trato de conectar con lo que está generando mi música. En ese momento, pararme y decir “yo soy sobreviviente” y cantarlo a capella, con mi hija tomando teta, fue muy emocionante.
El nombre de Mariposa Blanca es el nombre que cambié cuando nació mi hija. Y estoy haciendo todos los trámites para que salga en mi DNI. Cuando cambié mi nombre, tambien cambié mi impronta musical.
Se generó que toda la angustia de la temática se convirtió en todo lo bello que se puede transmitir.

Show #INTIMA foto de Amaya Laura Arruabarrena 


¿Qué es lo que te hace más feliz de cantar?
Un montón de cosas. Creo que principalmente me hace feliz es que es un derecho humano. Cantar y bailar es algo intrinsico del ser humano. Mover el cuerpo, la cuerpa y usar la voz para expresar la emociones es un derecho de cualquier persona humana. Tengo la libertad de poder hacerlo y lo hago con mucha entrega. Yo animo a la gente a que cante, a que se entregue y que se despegue de los prejuicios de la afinación. Me parece sumamente liberador y siento mucho placer cuando canto.
Considero que cantar es un triunfo de mi proceso como sobreviviente. Después de haber estado tantos años con la carga de los violentos, donde mi voz era completamente silenciada, transformarme, subir al escenario y cantar a los gritos es un triunfo. Es como decir «no me callo nada». No sólo se lo grito a personas, sino al sistema en sí mismo. No me callo contra la violencia, ni contra las violaciones a les niñes, ni contra el capitalismo.
En tu música se habla de un despertar y de un claro deseo de sembrar conciencia, ¿qué frutos has descubierto a partir de tu música?
Lo mejor que me pasó es el cambio que yo misma hice. Creo que les artistas cuando hablamos de cosas, estamos principalmente teniendo un diálogo interno que se expresa a través del arte. Te estás preguntando cosas, estás investigando algo. Ahi surge el movimiento creativo que puede ser en distintas disciplinas. Es tu propia búsqueda. La principal ganancia es todo lo que yo cambié entendiendo todo esto.
No es que nací en un lugar donde se hablaba de la violencia de género. Yo era una desclasada y estaba llena de prejuicios. Siempre tuve empatia pero tenia internalizados todos los discursos transfobicos y odiantes. Ir entendiendo una violencia especifica me llevó a investigar sobre otras. En estos ultimos cuatro años entendi las movidas politicas y lo importante que es pensar antes de votar. Ir entendiendo mi rol de obrera del arte.

¿Cómo te hiciste feminista?
Mi primera marcha fue el 19 de octubre de 2016, después del femicidio de Lucía Pérez. No me autodenominaba feminista hasta entonces. Yo corté vínculo con mi familia de origen a los veinte años, mis progenitores eran les que me violentaban sexualmente. Desde es momento, milito contra la violencia sexual, pero no lo entendía como anclado en la violencia de género. Cuando llegué a la información estadística, empecé a entender.
Me acerqué al feminismo a través de las personas que estaban a mi alrededor. Lo hice con todos los prejuicios, hasta entender que toda mi historia estaba inmersa en el patriarcado. Pienso que actualmente entendemos un montón de cosas, pero la verdad que estamos en pañales con respecto a lo que podemos hacer. Está todo por hacerse. Como también soy vegana y lucho contra la violencia sexual contra niñes y adolescencias, entiendo que la realidad de ver un mundo diferente es un proyecto a largo plazo.
Y esto va más allá de lo discursivo, es en las acciones reales. No alcanza con hablar de esto, hay que hacer transformaciones específicas. El capitalismo y el patriarcado son terriblemente perversos y se disfrazan y fagocitan toda revolución que se genera. Por eso, hay que dinamitar las bases. Y no sé si esto es una metáfora.
Este 8M, voy a marchar junto a otras compañeras para gritar, descargar y expresarnos. Voy para juntar energía para el día a día, para acompañar a otras mujeres en situaciones de violencia y seguir militando contra la violencia sexual hacia niñes y adolescentes.