Participó de importantes films como Crónica de una fuga, Revolución: El cruce de los Andes y Kryptonita. Con una larga trayectoria en el mundo del teatro, Lautaro dirigió un documental llamado Treplev que postergó su lanzamiento por la pandemia.

¿Cómo fue la relación con el barrio de tu infancia?

Yo nací en La Paternal, a una cuadra del club de Argentinos Juniors. Amo ese barrio, lo quiero mucho. Ahora vivo en Parque Chas y estoy a unas pocas cuadras del barrio de mi infancia, muy cerca de donde me la pasaba andando en bicicleta, donde jugaba a la pelota con los pibes, en donde fui muy feliz. 

Después a los diez años mis viejos compran una casa por barrio norte, nada que ver de dónde venía, y empecé a estar muy triste porque me habían cambiado de colegio y pensaba que nunca más iba a volver a ver a mis amigos. Así que decidí escribirle una carta a mi papá pidiéndole que me cambie de nuevo y por suerte tuvo efecto. Me dejaron entrar a mitad de año, cosa muy extraña. Yo había salido mejor compañero en sala de cuatro y en sala de cinco y sentía que todos me estaban esperando con los brazos abiertos.  

Se unieron en tu vida “Titanes en el ring”, el club All Boys y la actuación ¿De qué manera sucedió?

Yo iba al club All Boys, al gimnasio de Chicho de Catanzaro, que era de Titanes en el Ring. Hacía ahí un arte marcial que se llamaba Karate Kungcharly que nunca más lo volví a escuchar en mi vida, que lo dictaba Mister Chile otro luchador de Titanes. Yo me cambiaba en el vestuario cuando hacían las presentaciones y tenía a mi lado al Pibe Diez, La Momia, todos mis súper héroes que veía por la televisión. Tenía frente a mis ojos a los actores y atletas preparándose en el camarín y transformándose en sus personajes, el verdadero detrás de escena. Creo que ahí empezó mi unión con la actuación y esto de entender la caracterización.  

¿Tu primer casting fue para la película “Martin H” de Adolfo Aristarian? 

Sí, pero no quedé. Me moría de ganas de quedar por que el personaje tocaba la guitarra igual que yo y estaba muy interesado. La película termino quedando buenísima sin mi (se ríe). Pero a partir de eso conseguí una representante que me consiguió otro casting donde si quedé para el programa “Montaña rusa”.

¿Cómo se crean los personajes?

Construir un personaje para una película o para una obra de teatro es una “meta actuación”, porque todos estamos actuando y todos somos un personaje. La sociedad nos enseña a actuar desde que nacemos, lo que es ser hombre, lo que es ser mujer, lo que es tu historia, los mandatos familiares y culturales, somos todos actores. 

Yo relaciono mucho la actuación con el boxeo porque entreno desde los quince años. Es muy importante la preparación previa antes de subirse a un ring o a un escenario porque si no te cagan a trompadas, hay que aplicar lo que uno aprende. Yo voy al Almagro Boxing Club, un mítico club porteño y ahí los boxeadores no pelean, bailan. Una pintada que esta sobre una pared del club dice “Bien parado o en la lona, hay que ser buena persona”. La disciplina del deporte, el barrio, las diferentes clases sociales, es para mí un viaje en el tiempo, son muchos conceptos que se unen a la actuación.  

Estás empezando a rodar para una serie de Netflix que trata sobre el universo de la música actual ¿Cómo te interpela personalmente?

Yo soy muy del rock nacional, Charly García, el flaco Spinetta, pero por sobre todo Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, lo admiro mucho al Indio como creador y pensador del arte. Y ahora con el Rap por momentos me peleo y pienso que es una música extranjera que me choca porque es una imitación de algo que se armó en Estados Unidos, pero el rock es lo mismo. Seguro le paso a mis abuelos con el tango o el folclore. Es el mismo miedo que me agarra con la tecnología cuando veo a los jóvenes con el celular, es ese avance tan rápido que me asusta. Yo siempre digo que soy una Commodore 64, esas computadoras de ocho bits, soy más lento.

En la serie interpreto al tío rockero del personaje principal, soy el que abre la discusión y eso se pone interesante porque los diálogos están muy bien escritos. 

Ya que entramos en el tema ¿Cómo te llevás con la virtualidad y como se te ocurrió meter hologramas en tu propia obra donde actúas y dirigís?

Así como te dije todo lo anterior, soy fanático de las películas de ciencia ficción, mi película favorita es Blade Ranner, me encanta Isaac Asimov, El eternauta, son mis referencias estéticas. Me gusta el cruce entre lo tecnológico y lo artesanal. La obra que dirigí el año pasado es un dialogo entre lo virtual y lo real, es muy metafísica. Logramos hacer los hologramas gracias a mi hijo Matías de 11 años que es un científico, es un fanático de Leonardo Da Vinci, de Tesla, sabe de agujero de gusanos, física, de todo. Yo justo estaba con la obra de Santiago Loza, “El corazón del mundo”, haciendo lectura de texto con los actores y justo empezamos a mirar tutoriales en Youtube de cómo hacer hologramas con botellas de plástico y me empecé a divertir, me empezó gustar. Un día llegué al ensayo y le dije a los actores que íbamos a trabajar con hologramas gigantes. Se empezaron a cagar de risa, algunos se fueron del proyecto, me decían que era imposible, que solo se podía hacer en Disney o en una superproducción, pero al final lo hicimos de una manera artesanal y quedo. Igual, estaba muy asustado por que dos semanas antes de estrenar la técnica del holograma no salía y estaba con miedo. Fue un salto al vacío que salió bien, estoy muy contento con la obra. 

¿Además tenés un documental por estrenar?

Sí, quedó parado por la pandemia, estábamos a punto de estrenarlo en el cine Cosmos. Todo nació por una gira que hicimos por pueblos pequeños de Francia durante un mes y medio de una obra que dirigió Daniel Veronese. El documental es una declaración de amor. Se llama “Treplev”. 

Fermín de la Serna