¿Igualdad o Libertad? ¿El bien común o el beneficio individual? Las preguntas acerca de lo que es prioritario para construir una sociedad siguen siendo las mismas que antes del 2020, cuando comenzó la pandemia. La llegada del virus no ha mejorado en absoluto el panorama, por el contrario lo ha oscurecido. Todas las idas y vueltas surgidas alrededor de la vacunación y sobre todo las generadas a partir del affaire del “Vacunatorio Vip” en el Ministerio de Salud de la Nación, no han hecho más que  resaltar la descarada hipocresía con que vivimos.

A la disputa sanitaria entre pro vacunas y anti vacunas, entre medicina tradicional y alternativa, entre el negocio de la salud y la salud como bien público se sumó la pelea política partidaria. El oficialismo intenta desde un principio, dejar en el electorado la sensación de que su manejo de la pandemia es excelente, cuando en realidad son poquísimos los países en el mundo que pueden colgarse esa medalla, y su labor ha sido sólo discreta, aceptable, compartiendo aciertos y errores (Es verdad que produce escalofríos pensar que hubiera sido de nosotros durante este año si el Poder ejecutivo hubiera estado en manos de Mauricio Macri y su política trumpista de que se muera el que se tenga que morir). Ahora, si la actuación del oficialismo no da para grandes festejos, la de la oposición directamente es un compendio de terror y delirio. En esta lidia de sobreactuaciones, los líderes de Juntos por el Cambio han batido todos los records. En menos de dos meses pasaron de iniciar una causa al gobierno por considerar al plan de vacunación un “envenenamiento masivo de la población” a iniciar otra causa por que el gobierno nacional no distribuye la vacuna (el veneno)  a todos por igual. ¡Ahora claman por igualdad cuando durante toda la pandemia clamaron por la libertad de ser desiguales! En esta nueva voltereta que han pegado en pos de obtener algún rédito político parecen haberse olvidado mágicamente de la desastrosa gestión sanitaria que dejo su gobierno, Un menor presupuesto en el área, un Ministerio de Salud degradado a Secretaría, planes de vacunación incompletos, hospitales abandonados en su último tramo de construcción, miles de vacunas vencidas encontradas al término de su mandato. ¡Los mismos que se callaron la boca o aplaudieron cuando el entonces presidente Macri, le concedió a su familia la posibilidad de blanquear parte del dinero que habían fugado del país en las últimas décadas, ahora se hacen los indignados hablando de desigualdad y corrupción! Ni siquiera tuvieron en cuenta todas las desigualdades que ocurren con la vacunación en los distritos en que son gobierno. En Jujuy, el gobernador Morales ha declarado que las clínicas privadas de su provincia han vacunado sin ningún control del estado provincial y en la ciudad de Buenos Aires, el gobierno de Larreta ha privatizado la vacunación, ofreciéndole a algunas Obras sociales y prepagas las vacunas necesarias para vacunar a sus afiliados y clientes sin tener que esperar que les sea concedido un turno en el circuito oficial como hace el común de los ciudadanos. Un criterio claramente desigual, tanto que ni siquiera fue ofrecido al PAMI, la obra social con mayor cantidad de afiliados mayores de 60 años de la ciudad y el país. Es como si los clubes de la ciudad que participan de la campaña sanitaria, sólo vacunaran a sus socios y simpatizantes. Por suerte, instituciones como Racing y Comunicaciones, aquí en Villa del Parque, no negociaron fomentar la desigualdad y están  vacunando a todos los mayores de 80 años que han podido sacar un turno. La desigualdad que se produjo a raíz del lamentable suceso de las 70 personas vacunadas en el Ministerio de Salud, es la nada misma comparada con la desigualdad sanitaria, económica y social con la que diariamente convivimos los habitantes de una ciudad atestada de personas en situación de calle, revolviendo los tachos de basura. El “Vacunatorio VIP” ha sido una contrariedad de fácil resolución, el problema difícil de resolver es la “Hipocresía Vip” que anida en buena parte de nuestra sociedad, no sólo en la clase política.

Eduardo de la Serna

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