Lorena Vega es actriz, directora y profesora de teatro. Sus obras (que fueron algunas de las primeras en retomar la actividad post-cuarentena) son una referencia ineludible del circuito teatral porteño.

Por Guillermo Cerminaro
Fotos: Sebastián Freire

Lorena Vega

¿Cómo es tu relación con el barrio en el que naciste? ¿Qué recuerdos tenés de esa infancia?
La relación con el barrio en el que nací es muy estrecha, es el barrio de Flores. Me crie jugando en la vereda. De adolescente mi casa y la puerta de mi casa eran el punto de encuentro del grupo de amigas y de amigos. La verdad que tuve una infancia que se desarrolló mucho en el barrio y en la calle, casi como que a veces la calle era bastante más necesaria para no estar en mi casa. Yo hacia un juego cuando era chica: desafiar a alguien que diga el nombre de todas las calles a la redonda para cualquier lado. Me lo sabía de memoria en cualquiera de las direcciones y me jactaba de ganar esa pulseada de GPS mental porque alguien siempre se confundía y yo sabía muy bien el nombre de las calles de alrededor.


¿Qué influencia tiene para vos vivir en una ciudad como Buenos Aires donde la impronta del teatro es fundamental?
Para mi vivir en Buenos Aires con su impronta teatral tiene una influencia total en mi vida, en mi manera de ser, en mi forma de vivir. Antes, al principio cuando no conocía el teatro o cuando no lo ejercía como práctica, creo que la inspiración que da esta ciudad, marcó algo del pulso de mi manera de estar, de mi ritmo diario. La ciudad tiene como esa bohemia mezclada con nostalgia y con el agite nocturno y con mucha circulación durante el día. Todo eso fue nutrición y alimento en una primera etapa. Después el hecho concreto de que sea una ciudad tan cultural y donde fueron proliferando teatros en todos los barrios y en lugares que no eran teatrales, hizo que la práctica se fuese diseminando, multiplicando y ejerciendo a full por todos lados. Eso tuvo mucho que ver con poder desarrollarme en la tarea y poder nutrirme, conocer y experimentar. Que haya público para eso, generar corrientes de público y todo eso influenció mucho en alimentar el deseo de seguir haciendo teatro.

Si bien el circuito comercial es muy importante, el teatro tiene gran desarrollo también en los barrios porteños, ¿cuál es el valor que crees que aporta la existencia de esas expresiones artísticas en las comunidades barriales?
Yo pienso que el teatro en los barrios es fundamental como decía anteriormente. El sector atraviesa una crisis muy grande en la Ciudad de Buenos Aires debido a la falta de financiamiento y apoyo y reducción del presupuesto en cultura. Más allá de eso hay una actividad incesante de todos los circuitos y sobre todo el independiente que es donde se prueban nuevas cosas. Yo comencé a estudiar teatro en un centro cultural barrial que funcionaba en una escuela, donde iba una de mis mejores amigas y por eso me enteré. Era un momento en que mis padres no podían pagar una cuota de una clase de teatro y como este lugar era gratis fue la forma en que yo pude conocer el entrenamiento teatral. Si eso no hubiese existido, quizás mi acceso una práctica cultural hubiese sido mucho más dificultosa. Creo que son importantes los espacios en los barrios porque permiten trabajar en pos del acceso cultural de las personas de la ciudad.

¿Cómo fue la vuelta en medio de la pandemia?
Fue con mucho deseo, con mucha prudencia y con un poco de miedo también, pero inmediatamente cuando hice la primer función de Encarnación Ezcurra me di cuenta cuanto lo necesitaba, la buena decisión que habíamos tomado en arriesgarnos a hacerla siendo la primera obra que empezó a hacer funciones apenas se permitió y actuándola con una entrega bastante difícil de explicar. Siempre hago los trabajos dando todo para que sea una entrega absoluta, pero esta vez fue profundamente diferente y eso fue muy sanador frente a la cuestión de jaque que tuvo la salud, no solo en términos concretos físicos, sino también en términos emocionales con todo lo de la pandemia.

¿Imprenteros y La vida extraordinaria se vieron modificadas por la pandemia?
En el caso de Imprenteros hubo que modificar cosas de la puesta porque había un momento de interacción con el público. Esos momentos fueron modificados y sobre todo en el final nos obligó a pensar algo para que suceda en el escenario que resuelve mucho mejor una explicación que yo solamente daba con palabras y que ahora con imágenes se entiende más. Trajo algo bueno, benefició la obra.
En La vida extraordinaria la cercanía es con Valeria Lois. Nosotras decidimos que somos burbuja y si bien la obra no tiene contacto permanente, todo el primer tramo que sí tiene por momentos contactos intermitentes, decidimos que confiamos una en la otra. Somos amigas hace más de veinte años y nuestro círculo es bastante similar y compartimos el criterio de cuidados y una le va diciendo a la otra lo que le tenga que decir, una advertencia del movimiento que hicimos, si pensamos que eso puede perjudicar, pero después no tenemos mayor contacto, así que la obra se hace tal cual como se hacía.

¿En qué estás trabajando, cuáles son tus proyectos teatrales?
Ahora estoy trabajando en retomar los ensayos de Precoz y de ultimar detalles de la obra de cara a estrenarla a mitad de año Es un proyecto que hago con Julieta Díaz y Tomy Wicz, con la producción de Intensa Producciones, que es una productora feminista nueva. Esta es la primera obra que producen, es sobre la adaptación de una novela de Ariana Harwicz que se llama Precoz, como la obra. Tenemos mucho entusiasmo porque era algo que iba a estrenarse en abril de 2020 y no se hizo por la pandemia. También estoy trabajando con Rita Cortese para estrenar un monólogo, un fragmento del libro Teoría King Kong en el Teatro Cervantes.