Desde que se subió Netflix la serie Okupas volvió a ser furor y tema de conversación en las redes sociales, en las calles y en las casas. Entre medio de esta obra audiovisual está la historia reciente de nuestro país y nuestra ciudad.

En el año 2001 los saqueos se multiplicaban en supermercados de todo el país. El pueblo salía hambriento a la calle con ganas de romper todo. La falta de laburo, de futuro y hasta de hogar hacían un contexto preocupante para los habitantes de la Republica Argentina.  

Un año antes, una deuda de Marcelo Tinelli con la TV Pública (en ese momento canal 7 manejado por Darío Lopérfido) obligaba a sacar a la cancha dos contenidos de bajo costo pero que cambiaron la televisión argentina para siempre: Todo por dos Pesos (programa de humor de Diego Capusotto) y Okupas.

La serie comienza con cuatro jóvenes en una casa desalojada de ocupas. La dueña, para evitar una nueva ocupación, se la entrega a su primo Ricardo (Rodrigo de la Serna), un joven de clase media que abandonó sus estudios en la facultad de medicina, que invita al Pollo (Diego Alonso), su amigo de la infancia que chorea de forma intermitente y realiza trabajos de albañilería. El grupo se completa con Walter (Ariel Staltari), el rollinga y Chiqui (Franco Tirri), un linyera tierno. En principio, lo único que los une a los cuatro es la falta, la carencia y la tragedia neoliberal del ocaso de los noventa. Durante los once capítulos presenciamos el nacimiento de una amistad y una aventura repleta de nostalgia y calle. 

En buena medida, Okupas es heredera del neorrealismo italiano: la austeridad de los recursos técnicos, los actores no profesionales, la importancia de los diálogos y la denuncia social. Pero a la vez, Bruno Stagnaro, el director de esta obra maestra y los guionistas Esther Feldman y Alberto Muñoz recurren constantemente a elementos simbólicos de la cultura nacional.

Todos los productos audiovisuales que vinieron los años venideros con intenciones de embellecer a la pobreza terminaron en un discurso individualista. Mostrando que los márgenes son exclusivamente peligrosos y donde no existen lazos positivos. Por eso Okupas es el triunfo de los excluidos.

Pasaron los años y la Ciudad sigue manteniendo una estrategia perfecta para despojarse de los más necesitados cuando las crisis muerden. Los “Pollos” y los “Ricardos” que deambulaban las calles en busca de su destino, los vemos nuevamente todos los días. En 2021 le llaman “emprendimiento”, lo que a fines del siglo pasado “El Pollo” le llamó “rebusque”, pero la verdad es que ninguno tiene un trabajo que le permita cierta estabilidad o perspectiva más allá del corto plazo.