Tras un viaje en ascensor hacia el octavo piso con Daniel llegamos a un espacioso departamento en la avenida del Libertador donde el músico y productor nos brindó una entretenida y completa entrevista. Habló de sus inicios como músico en el barrio, de su trabajo con artistas como Gustavo Cerati o los Babasónicos, y por supuesto de su actual trabajo, cargado de su característica impronta vanguardista. 

¿Cómo fue tu infancia en relación al barrio en donde naciste?

Yo nací en Flores, y viví en Flores hasta la adolescencia. Inclusive mi primer estudio de grabación fue en una casa en la que vivían mis viejos. Era un barrio muy distinto a lo que es ahora. El otro día entré con el google, con el Street View y básicamente es una zona de tráfico de ropa esclavista. Era un barrio que siempre fue de blues y rock and roll, pero más que nada de rock en los 70. Los Encargados, mi grupo, ensayábamos ahí. Éramos como la oveja negra, pero como éramos del barrio nos entendíamos. Y jugaba a la pelota en una cortada, como era antes la cosa, rompiendo vidrios de los vecinos. Primario y secundario los hice en el barrio. No me sigo viendo con aquellos compañeros, voy a una reunión cada tanto. Siento una gran afinidad con ellos, pero me retrotraen mucho ese tipo de situaciones, son muchos años, es un salto que uno ya no quiere pegar. No creo que hayamos cambiado tanto, pero no me gusta la idea de la nostalgia, la melancolía aplicada al pasado. No soy nostálgico. Y no se puede evitar la nostalgia en esas reuniones. 

¿Cuál fue tu primer encuentro con la música?

Fue en el barrio también, yo no era el más grande de lo que podía ser la barra de amigos. Había algunos que tenían quince años y ya escuchaban bandas de rock. A los 11 años ya iba a ver bandas de rock con ellos. Inclusive en Flores vi a  Almendra, a Manal, a Los Gatos, después aprendí a ir al centro, tocaban ahí en el cine Pueyrredón. Pero fue a través de amigos un poco más grandes que yo.

¿Y con los instrumentos?

Mis primeros instrumentos me los compré en la casa de música del barrio, iba a clases de guitarra con la profesora de la esquina de mi casa. Igualmente yo quería saber cómo se afinaba  la guitarra y nada más, dejé de ir rápidamente. También empecé a ir un poco porque a todos mis amigos los obligaban a ir a la guitarra, entonces de repente empezó a desaparecer la gente con la que yo jugaba a la tarde. Entonces empecé a ir, un poco para seguir estando ahí con las amistades, pero no me gustaba mucho. Lo mío siempre fue espiar un poco y salir corriendo a hacerlo, si tuviera que decirte un lema.

Por ejemplo, en la casa de música del barrio vendían una caja de ritmos y una guitarra eléctrica y la caja de ritmos era muchísimo más barata y a la guitarra también había que comprarle un amplificador, entonces yo me compré una caja de ritmos (risas). Me la compré en los 80, también me había interesado en una consolita y tenía dos grabadores a cinta, dos rebox.

¿Qué diferencias o similitudes encontrás  entre el trabajo artístico de la producción de un disco ajeno y uno propio? 

Ninguna, sinceramente. Me da vergüenza decirle “trabajo”, yo desarrollo mi vocación (En ese momento se tira dentífrico en la camisa y lo prueba) ¡Está rico! (risas). Me involucro igual, para mi es igual, lo siento como propio sino no me puedo involucrar. También hay grados hasta donde uno colabora, si sólo voy a tocar en un tema probablemente te voy a hablar de todos los temas del disco y te voy a dar pareceres. Siento que la presencia es como una tintura que le cae a la música, no siempre la tintura es del mismo color, siempre la colaboración es distinta.

Trabajaste junto a muchos músicos, varios provenientes de distintos estilos y formas, ¿Cómo influyó esto en tu carrera, en tu manera de hacer música?

Hay una empatía muy fuerte en eso que ocurre. En realidad yo también busco salir cambiado con el proceso de hacer cosas con otras personas. Creo que para ser solista soy uno de los que más interactúa con la gente que trabaja. Además es una gama muy diversa que puede ser desde grupos muy pesados a grupos electrónicos, de los cuales algunos también son pesados. Y de todo yo busco sacar una experiencia personal y jamás busco que se parezca a algo que haya hecho, no me gusta tener un sonido particular. A mí me ayuda mucho las colaboraciones en el sentido de que me agrega condimentos a cualquier cosa que haga después. Para hacer el mismo disco dejo los que ya están.  

¿Y cuáles fueron los músicos que más te aportaron?

Victoria Mil fue para mí muy importante, Los Brujos, Babasónicos, Soda también, sobre todo Cerati. Con Los Brujos tengo un enorme intercambio contínuo. También estoy trabajando mucho con músicos mexicanos, la verdad es que siento una enorme afinidad con ellos por como juegan con la música, me gusta que se generen cosas diversas. Yo pienso que una ventaja que tienen los ingleses y que se puede ver en el lenguaje es eso que tienen del play music, ellos dicen play no dicen tocar, no dicen hacer, dicen play music y ese aspecto del juego me parece que resume en gran medida porque hago cosas diversas. Jugar con la música, que es algo que los músicos tienen muy olvidado, sobre todo cuando entran al estudio de grabación y tratan de hacer las cosas bien. Es uno de los momentos más patéticos que uno puede presenciar.

¿Qué opinás sobre la escena musical local de hoy en día?    

Me parece que es bastante diversa, creo que hay muy buenas bandas. Creo que Argentina tiene una gran capacidad de hacer implotar las cosas, sobre todo en el campo del rock. Es muy difícil también desarrollarse como artista en la música hoy en día, porque hay muy poca curiosidad del público. La gente va a festivales y va a ver a la luminaria extranjera que venga y se pierde todo lo que hay a la tarde. Pienso que es casi ofensivo ese comportamiento. Y las compañías discográficas no desarrollan artistas, tienen todo el aparato para ser empresas de management pero no desarrollan nada.

Por Fermín De la Serna y Mateo Missio