El arte de pintar paisajes argentinos y personajes fantásticos se condensa en las manos de Marcelo Canevari. Lo mágico, lo inusual y extraño son algo propio de este artista surrealista que trabaja desde pequeño con ilustraciones en entornos naturales. En la actualidad acaba de editar un libro ilustrado de la fauna y la flora de Buenos Aires que armo con su padre y su hermano.
¿Cómo es tu relación con el barrio en el que naciste? ¿Qué recuerdos tenés de esa infancia?
Me críe en Palermo, en Las Cañitas. Cuando era chico esa parte del barrio era zona de talleres mecánicos, vivíamos en una calle cortada por la que prácticamente no circulaban autos y podíamos jugar a la pelota en la calle. Después empezaron los primeros restaurantes y se convirtió en la zona gastronómica que es hoy. Mis viejos compraron una casa conventillo y lo refaccionaron, todavía siguen viviendo ahí. Es una casa muy particular, tiene un jardín que se conecta con la casa del vecino que tiene un hijo de mi edad, todos los días venía a buscarnos a mí y a mi hermano para ir a jugar. Ahora vivo en La Boca pero vuelvo seguido al barrio para visitar a mis viejos.
¿En qué momento crees que nació tu sensibilidad artística?
No puedo reconocer un momento en el que haya empezado. Creo que en la niñez todas las personas se sienten atraídas por el dibujo, es una forma de juego e interpretación de la realidad que aparece cerca de los dos años pero que en un momento empieza a desaparecer. En mi caso nunca dejó de gustarme y tengo la suerte de poder vivir de eso.

Tu primer experimento plástico fue “Las ofrendas” en el 2018 ¿Cómo fue abordarlo con tu padre?
Nosotros veníamos trabajando juntos desde hacía muchos años. Empecé a trabajar con él cuando tenía 16 años ilustrando guías de aves y de mamíferos de Argentina. Algunas veces nos repartíamos las especies a ilustrar y en algunos casos trabajamos pintando por turnos sobre la misma lámina. En 2018 le propuse replicar esta forma de trabajo sobre un bastidor y de una forma mucho más libre, al no ser un encargo no teníamos límites de fechas ni ningún tipo de traba creativa. Trabajamos varios meses en los que él pintaba por la mañana y yo por la tarde, conviviendo sobre el bastidor intentando complementar el trabajo del otro sin modificarlo, de todas formas tuvimos peleas y enojos pero quedamos muy conformes con el resultado y queremos seguir explorando esta forma de pintar.
¿Cómo hiciste para dejar atrás los trabajos por encargo y empezar a crear tus propias pinturas?
En este momento hago las dos cosas. Tengo mi obra personal en la que puedo pintar con total libertad y a la vez tomo algunos trabajos que me resulten interesantes. Además estuvimos trabajando con mi papá y mi hermano en un libro ilustrado de la fauna y la flora de Buenos Aires que acaba de salir a la venta. Tenemos la idea de hacer otros tomos e ir cubriendo todo el territorio nacional. Voy a dividir mis tiempos entre los libros y la pintura.
¿Qué opinión tenes sobre el crecimiento del arte digital en los últimos años?

Me parece indistinto qué herramientas se eligen a la hora de hacer una obra, yo personalmente prefiero la materialidad de la pintura pero soy consciente de que una gran parte de las personas que vean mis obras solamente lo van a hacer desde sus celulares. Además el mundo de las galerías es bastante hermético y el común de la gente no se acerca a ver arte, me parece natural que en este contexto las obras se hagan y se consuman digitalmente.
¿Qué artistas te inspiran a la hora de crear?
Me gustan mucho Marcel Dzama, Henry Darger, Fermín Eguía, Mildred Burton y Walton Ford. Además siempre vuelvo a los pintores Flamencos.
La contradicción entre la ciudad y la naturaleza está plasmada en tu obra ¿Cómo vivís vos esa contradicción?
No me molesta vivir en la ciudad porque paso mucho tiempo en mi casa pintando. Ahora con la pandemia extraño los viajes pero creo que cada vez falta menos para poder volver a eso.
Fermín de la Serna