La ola de calor que asoló a Buenos Aires volvió a poner en discusión el vínculo de la Ciudad con el Río.
¿Cuántos habitantes de Buenos Aires recuerdan que esta ciudad alguna vez fue costera? ¿Cuántos recuerdan, si se les pregunta espontáneamente, que esta gran urbe cuenta con un río?
La temperatura en Buenos Aires llego este verano a los 41,5 grados, la segunda máxima de calor histórica, sólo superada por los 43,3 registrados el 29 de enero de 1957. La Ciudad sufrió desde aquél récord muchas transformaciones, entre ellas la privatización de su zona costera. “¡Qué bello es cambiar el horno de la Ciudad por esa brisa fresca!”, reza un noticiero de Sucesos Argentinos de 1953 que retrata la visita de cientos de familias al balneario de la Costanera Sur, por entonces de acceso libre y público. Ese pedazo de tierra privilegiado de cara al Río de La Plata, que formaba parte de las estrategias posibles para enfrentar y mitigar las temperaturas agobiantes, volvió a estar en discusión durante las audiencias públicas en las que se debatieron su venta para la construcción de torres para el sector de mayores ingresos. El agobio de estos días otorgó un nuevo argumento para quienes, desde distintos ámbitos, discuten cómo recuperar el entorno ribereño.
“Recuperar la balneabilidad en el Río de La Plata, que es único en el mundo, sin dudas es una estrategia para mitigar las olas de calor que sufrimos en la Ciudad. También para recuperar un espacio de sociabilidad que perdimos durante la dictadura y que hoy además se ve más amenazado aún con las privatizaciones. Forma parte de nuestra historia como porteños y porteñas: tuvimos un acceso real a una playa frente al río para el disfrute de todos y todas. Si se hacen las inversiones necesarias, es posible lograrlo. Tenemos al alcance de la mano el ejemplo de Montevideo que recuperó su zona costera a partir de los años 80. Sólo hace falta voluntad política”, dijo en diálogo con El Grito del Sur la doctora en ciencias biológicas y especialista en balneabilidad Patricia Himschoot.
Jorge Codignotto es un geólogo que hace años viene aportando su mirada al problema. Para este investigador del INTI a medida que se profundizaba el proceso de contaminación de la costa, ésta se fue alejando de la gente. Se produjo un proceso de deterioro permanente que se fue realimentando hasta nuestros días: «Conforme se comenzó a llenar la costa con desperdicios y se volvió inaccesible por las obras y construcciones públicas, se produjo un proceso inevitable: una vez que una persona no siente algo como propio no se preocupa por él ni reclama por su mejora», aseguró.
¿Por qué Montevideo, que tuvo en la década del ochenta un río tan contaminado como lo está en esta orilla, disfruta de una costa tan bella y a la que sus habitantes denominan «mar»? ¿Será posible idear una estrategia que nos permita volver a disfrutar del río?