Susy es poeta, cantante y activista trans. Nació en Balvanera en una familia de trabajadores, donde dice haber recibido el privilegio del abrazo. Nos invita a dialogar, pero afirma que no hay diálogo posible si no se respeta lo trans y lo sudaca.

¿Cómo es tu relación con el barrio en el que naciste? ¿Qué recuerdos tenés de esa infancia?

Yo nací en un barrio que no está, yo nací en Balvanera. En ese exilio que no siempre se cuenta, que es el exilio provinciano, de mamá tucumana y papá pampeano que se conocieron en un conventillo que estaba ahí, en el barrio de Balvanera. En otro Buenos Aires: ya no existe ese Buenos Aires. Creo que ahora hay una estación de servicio ahí, o un estacionamiento de autos, no sé, algo. Después tuvimos un bar con unos amigos cerca de ahí. Es un barrio que yo cruzo todo el tiempo. Tiene que ver con esa parte del tango que me constituye, hay mucho de tango ahí también que tiene que ver conmigo.

Yo he sido una crianza absolutamente amada por ese papá pampeano y esa mamá tucumana. Llena de juegos. Mi papá era obrero textil, mamá era ama de casa y después fue portera. Tuve el enorme privilegio de que me abracen y que me acompañen en las búsquedas y procesos de toda mi vida. Casi como debería ser, pero que lamentablemente no es en la mayoría de las historias de mi comunidad y en general en la mayoría de las infancias. Las infancias no suelen ser acompañadas en su deseo, en general todo lo contrario: hay un disciplinamiento que hace esa primera institución que es mamá y papá y después la escuela. Y ni hablemos de todo el resto. Yo tuve el privilegio del abrazo. Por eso yo pienso el abrazo como una acción política, no solamente como un romanticismo del apapachamiento. Creo que es una postura política el abrazar, porque el desabrazo genera un enorme vacío, el desabrazo es un abandono, es el vacío, precisamente, de lo primordial que tiene que estar, aparte del techo y la comida garantizada, para quienes no deciden venir a este mundo. Tiene que ver con abrazar la aventura que significa cada niñez, y esa aventura, la mayoría de las veces, no tiene porqué ser lo que papá y mamá quieren.

¿Cuándo empezás tu acercamiento al arte?

Siempre cuando conté mi historia empezaba a los 14 años con mi primer acercamiento al teatro, pero yo antes, más chiquita, bailé folclore. El folclore empezó pasándome por el cuerpo. Tengo mucha peña desde antes de la adolescencia, ya de chiquita. Mi viejo siempre nos traía libros a mi hermana y a mi y eso generó un hábito de lectura. La necesidad de leer, de aventurarnos a todo ese mundo gigante que es abrir un libro.

¿Sentís orgullo de que te definan como “trans sudaca”?

En realidad a mi nadie me definió trans sudaca: yo me auto definí. Porque un poco me cansaron las notas periodísticas donde una tiene que explicar tantas cosas y dar tantas vueltas para decir quién es una. Como si tres palabras pudieran definirlo. Pero yo encontré por lo menos en el trans sudaca un posicionamiento desde donde empezar a dialogar. Desde acá hablo porque desde acá miro el mundo. Y desde acá invito a dialogar. También invito a retirarse y a apartarse, porque no hay diálogo posible si no se respeta ese trans y ese sudaca.

¿Cómo te sentís y cómo te recibe la gente cuando vas a hacer tu show a otras provincias?

Lo que pasa es que ahora, 2022, post paralización que nos significó la pandemia, es todo el tiempo un regreso. El regreso a lugares, a personas, a abrazos. Es muy potente. Más allá de la ausencia del trabajo, que significa que una no tenga gira, en mi particularmente tiene que ver con la construcción de una tribu que vamos siendo provincia a provincia, y yo me atrevo a decir país a país. Porque yo soy una viajerita que ha roto las fronteras de mi patria para aventurarme por el continente y por otros lados. Entonces hay mucho afecto porque hay un reencuentro. Ya a la vez la confirmación de que la tribu está. Dañada, lastimada, más sola, pero está.

En tu show la gente se ríe, se emociona, se llena de bronca ¿Qué haces con toda esa energía que te llega arriba del escenario?

Yo soy fundamentalmente una artista escénica. Todo lo que hago, la música, la actuación, todo es el escenario. Entonces no sé cómo sería esto de otra manera. Es el espacio donde yo me formé y donde yo siento que se produce la verdadera comunicación. Mis libros también acompañan a la gente en ese hermoso hecho solitario que es leer, o en esa ronda que también es leer. Pero hay algo del escenario que eso lo eyecta hacia otro lado. La poesía dicha desde el escenario también tiene otra cosa, es otro vuelo, distinto, abre otros mundos.

¿Cuál es tu militancia del día a día?

Ahora quizás estar mucho más atenta a las infancias, a las crianzas y a las juventudes. El mundo adulto ya me agotó. No le doy más chances. Creo que ha fracasado en todo. Creo que somos las últimas generaciones que estaremos en este planeta, las últimas generaciones de esta especie, y entonces mi militancia del día a día es ir por todo. Yo creo que nos merecemos todo, en esta tierra, en el tiempo que nos quede. Necesitamos y necesito ver a las mías mejor. Comidas, gozantes, celebradas. No solamente en la calle peleando por una ley y porque no nos maten, sino porque nuestra ronda también sea de celebración. De que una va cumpliendo años y que nos podemos encontrar también desde esos lados a medida que pasa el tiempo. Eso, sobre todo. Me parece más chiquito, pero más posible.

¿Qué te inspira para seguir creando?

Sentir que hay que hacerlo ya. Que no hay más tiempo. Que es urgente. Pero porque la belleza es urgente. No solamente el plato de comida y la reivindicación política. Es urgente la belleza. Yo salgo a crear porque eso nos ubica a los grupos de pertenencia en otro espacio. En otra lógica, en otra urgencia. Si miramos por la ventana del colectivo vemos a la gente en la yendo a sobrevivir. O volviendo a sobrevivir. Y los que no están sobreviviendo están yendo a hacer más guita a costa de cagar al resto de la gente. Y yo creo que cuando nos ponemos a crear generamos otra atmósfera, marcamos otra agenda, nos separamos del resto. No sé si somos mejores o peores personas, pero somos otra cosa. Y a mi me recontra basta.

Por Fermín De la Serna y Mateo Missio