La vida es injusta. Desde el día en que nacemos estamos condenados a muerte. ¿Hay algo más injusto que eso? La justicia no existe en la naturaleza, es un concepto cultural generado por los seres humanos, ligado seguramente a las primeras ideas religiosas. La pretensión de poder separar de manera perfecta el bien del mal y establecer los premios y castigos correspondientes. Ese estado de injusticia permanente en el que se ha desarrollado el ser humano ha sido el caldo de cultivo perfecto para la instalación del sistema capitalista. Un sistema de organización social y económica, que como su nombre lo indica, exacerba la importancia del capital por sobre el otro factor clave de la producción: El trabajo. Si el sistema fuera “Trabajista” la riqueza se repartiría de acuerdo a la cantidad y calidad de trabajo de cada ser humano, pero en el capitalismo, cuanto más capital se posee, más posibilidades de enriquecerse. Y como el capital es hereditario, mientras una minoría de recién nacidos hereda cuentas bancarias, empresas y propiedades, una mayoría hereda miseria, sin techo y desnutrición. Como en este sistema, el dinero llama al dinero y la miseria a la miseria, ha ocurrido lo que debía ocurrir: La distribución de la riqueza ha ido empeorando con el tiempo y vivimos en un mundo cada día más injusto. Resulta paradójico que muchos adoradores del sistema capitalista hablen de merecimientos a la hora de justificar su riqueza, de quejarse por los impuestos o los planes sociales; cuando su mayor mérito ha sido heredar propiedades, billetes y educación. Si realmente creyeran en los merecimientos, deberían proponer un sistema “trabajista” en el que todos pudiéramos enfrentar los avatares de la vida de acuerdo a nuestros méritos saliendo del mismo punto de partida. Sin igualdad de oportunidades, no hay mérito; hay trampa.
¿En una organización social injusta podría existir un sistema judicial justo? Imposible. Los sistemas judiciales en el mundo responden a los intereses económicos y políticos dominantes. Y si bien constantemente, intentan maquillar esa sumisión al poder, como sucede con el VAR en el fútbol, sólo consiguen hacer más evidente la injusticia. A nuestro país le caben las generales de la ley, la gran mayoría de los habitantes considera muy poco confiable al sistema judicial según todas las encuestas. Todos sabemos que las cárceles están llenas de ladrones de gallinas, pero vacías de ladrones de guante blanco, empresarios evasores o funcionarios corruptos. En la elección de 2015. ¡Mauricio Macri hizo campaña y ganó las elecciones proponiéndose como abanderado de la anticorrupción! ¡Una persona que arrastraba 214 causas judiciales de sus 8 años de gestión como Intendente de la ciudad, además de otra importante serie de entuertos judiciales previos a su gestión política, como la Administración fraudulenta en el Club Boca Jrs. o el contrabando de autos cuando presidía Sevel y junto a su padre fueron salvados de la cárcel a último momento por la Corte Suprema Menemista! Su gestión presidencial le permitió sumar 144 causas judiciales más a su frondoso prontuario ¿Alguna vez habrá sanción para los delitos de Mauricio? ¿Alguna vez el sistema judicial y/o la ciudadanía lo condenarán como merece? O siempre será sobreseído, como lo ha sido ahora en la causa por espionaje ilegal a los familiares de las víctimas del submarino A.R.A. San Juan? ¿Se puede estar acusado en más de 300 causas judiciales, por los más diversos delitos, cometidos durante más de 30 años, y siempre mostrarse como un perseguido? ¿Cuánto contribuimos nosotros a que el sistema judicial sea un desastre?
La justicia es sobre todo una expresión de deseos. Una utopía. Y como todas las utopías sirve para andar, para ponerse en movimiento, para acercarse a un mundo mejor. No garantiza paraísos pero permite dar pasos importantes. No hubiera habido juicio y castigo a las Juntas Militares, sin movilización popular. Tampoco se hubiera bloqueado el fallo del 2 x 1 a los genocidas de la actual Corte Suprema. ¿La justicia es sólo una utopía? Sí, pero sin ellas, como diría Serrat; la vida sería un ensayo para la muerte. ¡Ay de aquellos que se resignen a vivir sin justicia!
Eduardo de la Serna