Fernán Cardama se entusiasma al hablar de su obra más reciente: “Con 1 kilo de harina”. El actor, titiritero y artista nos cuenta cómo gestó esta obra que se puede ver en diferentes salas de la escena porteña.

Por Guillermo Cerminaro

¿Cómo es tu relación con el barrio en que naciste?

Yo nací en un barrio bien barrio, en Sarandí, dentro de la ciudad de Avellaneda. Tengo los mejores recuerdos, porque toda mi infancia salíamos a la calle a jugar al fútbol, a jugar a los cochecitos, con los amigos del barrio, no importaba si uno tenía una casa más linda o no, en la calle éramos todos iguales. Vivía en una calle cortada, así que armábamos los arcos ahí. También jugábamos a la escondida. La casa mía y de mis abuelos estaban conectadas y daban a dos centros de manzana distintos. Tengo un recuerdo muy loco de muchos vecinos pasando por el medio de mi casa, por el pasillo, mientras comíamos, para no tener que dar toda la vuelta manzana e ir a un negocio que estaba en la otra esquina. Entonces estábamos comiendo y pasaba alguno por el medio de mi casa. Yo llegué a agarrar la última época donde cortaban las calles para navidad y todos sacaban algo para comer y se hacían las mesas. Descendientes de italianos, españoles, y algún gringo o polaco que se sumaba, ese era el origen de ese barrio obrero. También había muchos clubes de barrio que en su época se juntaban a bailar la milonga, a jugar a las cartas, tenían actividades deportivas. Recuerdo una infancia barrial con mucho cariño, pasábamos todo el día en la calle, ahí crecimos, contenidos por una gran familia que eran los vecinos.

«El teatro con objetos es una actividad que no va a dejar de crecer»

Fernán Cardama

Haz recorrido muchos lugares del mundo, han ganado muchos premios con tu compañía que integrás junto a Luciana Reynal Machado en la producción ¿Cómo fueron tus inicios?

Empecé a trabajar en el teatro de títeres y, sobre todo con el teatro de objetos, a partir de una sucesión de hechos medio fortuitos. Hice el conservatorio de teatro en Argentina, luego empecé a especializarme en el clown y entonces me fui a estudiar a París con profesores específicos que daban clases de clown. Ahí teníamos contacto con gente de teatro de títeres. Mi primer espectáculo era una mezcla entre la actuación con una compañera que hacía títeres. Empezamos a trabajar en festivales de títeres y a fui interiorizándome en eso. MI fuerte, lo que más me interesaba era la actuación. Tomé un curso con Philippe Genty que fue uno de los creadores del teatro de objetos en la década de los 80. Ya hace tiempo que voy investigando en esa línea: cómo contar lo máximo con lo mínimo. Partimos siempre desde un universo. Acá el tema es la harina, en otros casos juguetes antiguos, zapatos, elementos del universo. Es tratar de contar la historia que queremos contar con ese universo que decidimos.

¿Qué diferencias hay en el trabajo para niños o para adultos?

Cuando nosotros hacemos un espectáculo no pensamos si va dirigido a un chico o a un adulto: lo hacemos y después vemos a quién va dirigido. Nuestra experiencia es que nos sentimos más cómodos cuando lo hacemos para todo público, es decir cuando viene la familia, porque hay guiños para adultos para que no se queden afuera mientras que los chicos siguen la historia. En este último espectáculo “Con un kilo de harina” notamos que lo pueden ver los más peques, pero no tan chicos, por la temática, para que tengan un seguimiento y que no se aburran, si bien hay imágenes que los puedan enganchar. Con el resto de los espectáculos decimos que es para chicos desde los 5 años en adelante hasta 99 y notamos las diferencias un poco en los tiempos. El adulto es un poco más tolerante si el espectáculo no lo engancha, si se aburre hace un esfuerzo, pone cara de que está atento pero esta pensando en otra cosa. Con los niños nos pasa que si no se copan se dispersan y no se enganchan. Nos resultan más fácil cuando proponemos un juego, en el espectáculo que trabajamos con zapatos la idea nuestra es que ese zapato a partir de ahora es Caperucita Roja. Si logramos que el pibe deje de ver un zapato y vea a Caperucita Roja sentimos que ahí hay un triunfo, que es un gol, logramos llevarlo al universo lúdico que estamos proponiendo. Eso es mucho más fácil con los chicos que con los adultos que tienen un poco más de resistencia.

¿Cuál es el horizonte que percibís para el teatro en general y para el teatro de objetos en particular?

Como todas las artes son momentos complicados en todos los países, es muy inestable porque no hay presupuesto. No hemos logrado que se entienda lo esencial que es que la gente vaya a ver un concierto, una película, una obra de teatro, lea un libro. Ante otras necesidades siempre parece como secundario. Argentina no está exenta. Siempre queda como medio retrasado, no sé si es que somos un gremio más pequeño, pero nunca se ha podido dar el salto. Hay otros gremios, los médicos, por ejemplo, logran por más que estén retrasados un bono mínimo, menos de esto no se puede cobrar. Con la gente del teatro se nos hace más difícil, tenés que trabajar de otra cosa. Aquí el teatro de objetos no está muy difundido todavía, cada uno va buscando su camino, eso es muy personal. Es una actividad que nunca va a dejar de crecer pese a las situaciones económicas y políticas del país y eso es alentador, porque es un lugar de escape que tenemos todos para sentirnos mejor y poder ayudar a cambiar algo en la sociedad.

El teatro independiente en Argentina es muy importante ¿es así, no?

Pese a la situación real que hay el teatro independiente está siempre a mejor nivel de todo Latinoamérica. Las compañías giran por todos lados, hay escuelas, conservatorios públicos como el que yo estudié que hace formación y se siguen haciendo funciones. Nosotros, por ejemplo, acá en Argentina llevamos muchas funciones en un centro cultural y ampliamos el público que está viniendo al teatro. Hay un público diferente y nuevo.

¿Cómo te llevás con las nuevas tecnologías?

Son super bienvenidas. Eso ayuda un montón. En el proceso creativo nos ayudó poder tener un director que viva a 12.000km y estar trabajando vía web. Hubiese sido imposible de otra forma. Tenemos acceso a información, música. En la implementación en el espectáculo, hay una línea en la que se ha trabajado mucho, proyectores, escenografías digitales. No es la línea que a mí me gusta investigar, pero me parece que está buenísimo. Si vamos un poquito más lejos, la inteligencia artificial que tanto miedo da. Habrá que ver cómo es usado, cómo es llevado a cabo. Para nuestro tipo de espectáculo, es lo opuesto, somos más artesanales. Nuestra lucha va por ese lado, tratar de contar lo máximo con lo mínimo y tratar de lograr imágenes para complementar el contenido de lo que queremos decir.