Ejercitar la memoria es tan necesario como poner los músculos del cuerpo en movimiento, salir a caminar, a correr, andar en bicicleta o ir al gimnasio. En general se cree que sólo los adultos mayores, proclives al olvido, deben preocuparse por recordar: Hacer palabras cruzadas, sudokus, anotarlo todo o atarse cintas en los dedos. Pero no sólo ellos deben preocuparse por avivar el fuego del recuerdo. En la sociedad argentina existen sectores que ejercitan la desmemoria, con una oscura y tenaz persistencia.

En el Barrio de La Paternal, bordeando el límite de la Comuna 11, en las calles Donato Álvarez y Espinosa existe una plazoleta que desde el año 2010, lleva el nombre del cineasta Raymundo Gleizer.

Gleizer nació en la ciudad de Buenos Aires en el año 1941. Tras pasar por la Escuela Superior de cine de la Universidad Nacional de La Plata, realizó su primer trabajo fílmico en 1964: “La tierra quema”, un documental que narra la miseria de los campesinos en el noroeste de Brasil. Luego realizó el mediometraje “Sucedió en Hualfin” (1966) junto con el gran documentalista Jorge Prelorán.

En 1965 comenzó a trabajar en noticieros de la televisión argentina. Fue el primer camarógrafo argentino que filmó en las Islas Malvinas, desde donde produjo en 1966 una serie documental sobre vida cotidiana en las islas, para Telenoche, programa conducido en ese entonces por  Mónica Cahen D’Anvers y Andres Percivale, de ahí se desprende su documental “Nuestras Islas Malvinas”. De igual manera, fue el primero, en 1970, en enviar informes fílmicos para la televisión sobre el trabajo en la zafra del azúcar en Cuba.

En ese añó filmó en México una de sus obras más emblemáticas “México, la revolución traicionada” en donde analiza de manera crítica la realidad socio -política  del país del Norte y como fueron desvirtuados los valores de la revolución de 1910. En la realización del fim contó con la colaboración del luego famoso cineasta Paul Leduc. La película enfureció al Presidente mejicano Luis Echeverría, quien le había brindado apoyo pensando que el documental ensalsaría su figura y su accionar político. El largometraje fue prohibido en México y también en Argentina, pero hizo un exitoso recorrido por festivales internacionales, llegando a ganar el Leopardo de Oro en el Festival de Locarno (Suiza).

Su militancia política lo llevó a crear el grupo Cine de Base, con el que realizó los mediometrajes “Swift” y “Ni olvido ni perdón: 1972 la masacre de Trelew” y en 1973 filmó una de sus obras más recordadas, el largometraje de ficción “Los Traidores” sobre  el ascenso de un delegado sindical que termina convertido en un burócrata al servicio de los patrones y traiciona a sus compañeros de trabajo. Su cine comprometido con los sectores más desposeidos de la sociedad lo puso en la mira de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA) creada por José Lopez Rega. Con la llegada de la dictadura debió exiliarse en Perú donde filmó  su último trabajo; el cortometraje “Las AAA son las tres armas”. El 27 de mayo de 1976, de paso por Buenos Aires, es secuestrado en la puerta del Sindicato de los Trabajadores Cinematográficos (SICA) y hasta el día de hoy continúa desaparecido.

Desde hace un tiempo, la plazoleta Raimundo Gleizer es objeto de disputa entre las Asociaciones de Vecinos y la Defensoría del pueblo por un lado y los grupos empresariales inmobiliarios por otro. Los primeros quieren extenderla y también ampliar la Escuela N°15 Provincia de Mendoza sobre un terreno contiguo, abandonado por más de treinta años, mientras que las constructoras e inmobiliarias quieren levantar allí un nuevo mega emprendimiento ¿Actuará esta vez el Gobierno Municipal en favor de los vecinos o primará el negocio inmobiliario como suele suceder?

Durante los primeros días del mes de abril, mientras una empresa tercerizada realizaba obras de remodelación en la plazoleta; la placa que recordaba el 40 aniversario del  secuestro del cineasta fue destrozada. Se desconoce con certeza si el suceso fue accidental o intencional, pero lo cierto es que determinó un duro golpe a la memoria que merece ser reparado cuanto antes, para no dejar que la desmemoria vaya tejiendo esa  oscura telaraña que nos impide ver con claridad y nos obliga a tropezar, una y otra vez, con la misma piedra.