Desde niño supo que quería ser actor, pero dentro de su entorno en la ciudad de Paraná le daba vergüenza decirlo. Tuvo que esperar a viajar a Santa Fe a estudiar Ciencias Económicas para encontrar la libertad suficiente y dedicarse a lo que siempre quiso: actuar. Desde entonces, no paró de hacer televisión, cine y teatro.

¿Cómo fue tu infancia en relación al barrio de Paraná en el que naciste?

Mi infancia fue de barrio total. Nos conocíamos todos, jugábamos en la calle. Tenía la escuela exactamente frente a mi casa y el club a una cuadra y media. No salíamos de ahí en todo el día. Cuando no estábamos en un lugar estábamos en el otro, hasta las ocho de la noche que llegaba mi viejo y teníamos que estar todos adentro.

¿La actuación en ese momento era una posibilidad?

Era un deseo oculto, algo que sabía que me gustaba mucho. Una vez se lo comenté a mi mamá y a ella le sorprendió mucho, le causó mucha risa. Me llevó a la casa de una vecina para comentárselo y se rieron juntas, así que decidí no decirlo nunca más. Mi madre no supo qué hacer con eso que yo le dije y por eso me llevó a lo de la vecina, para comentarlo como una curiosidad. A mí me dio mucha vergüenza, se ve que eso no se podía decir y me lo tenía que guardar para otra oportunidad. Y de hecho me lo guardé bastante. Después logré empezar a hacer espectáculos para chicos, animar cumpleaños, actuar en la escuela. Incluso hice una radio en medio de la tribuna de mi equipo de básquet para transmitir el partido. Un compañero hacía las publicidades y generamos un grupo de gente que venía a sentarse cerca de nosotros para escucharnos.

Eran opciones laterales para algo que no podías definir pero que se te escapaba de las manos

Sí, no podía contenerme. Tenía una vocación muy clara. En el garaje de mi casa, que era un poco el lugar de los inventos, hacía dibujos con un papel de calcar y marcadores. Después les ponía una linterna detrás e imaginaba que era un cine. También buscaba la cartelera de espectáculos en el diario y me imaginaba los teatros, las luces, solamente con esos textos me pegaba unos viajes impresionantes.

Debe ser fuerte haber imaginado todo eso durante años y haberlo podido lograr, ¿Cómo fue ese encuentro entre la fantasía y la realidad?

Es muy hermoso, muy emocionante. Yo recuerdo estar en ese garaje o en el fondo de mi casa intentando imaginar un espectáculo y salir a la calle y ver que nada me ayudaba a ser actor. Nadie se interesaba por esto, me parecía imposible lograrlo. Yo quería asomarme a la puerta y ver que alguien iba con una consola de luces o con un vestuario y no pasaba. Nada me ayudaba a acercarme a ser actor. A los 19 años me fui a estudiar una carrera universitaria. A mí no me gustaba ninguna y mi papá me eligió ciencias económicas. El primer fin de semana que me quedé viviendo en Santa Fe fui al teatro. Al día siguiente estaba en el colectivo y vi al protagonista de la obra. Automáticamente me tiré del colectivo: apreté el botón, lo corrí y le dije que yo quería ser actor. Me dijo que estaba yendo a un ensayo y que faltaba gente, que podía presentarme al director. Miré mi carpeta de economía, no fui a la facultad y me fui al teatro. Pasé varios ensayos ahí hasta que me asignaron un papel muy chiquito para probarme. Al mes me dieron el papel del galancito de la obra y empecé a trabajar en ese grupo.

Sin embargo a través de los años tu papel nunca fue el del galancito

No, son casualidades, cosas que se dan. Los roles que me empezaron a dar, sobre todo en la tele, no me sentaban del todo bien, no me gustaban demasiado. Por eso yo forjé mi carrera en el teatro. La tele me hacía repetir demasiado o me daban roles que descartaban otros actores. Al menos durante un tiempo. Me costó encontrar que la tele me viera como alguien capaz de darle un personaje que estuviera bien. Siempre me daban roles complejos, difíciles, para los que tenía que trabajar mucho.

¿El Equilibrista es el punto máximo de esta búsqueda por preparar algo a tu gusto y tu medida?

Te diría que sí. Está en la línea de todas las obras que escribí, esta es la cuarta que escribo. Todas han salido de una cosecha personal. Si bien en El Equilibrista compartí la escritura con Patricio Abadi y Mariano Saba, todas están en ese perfil de mostrar el teatro que a mí me gusta, el que yo quiero para mí y me representa al 100%.

El de esta obra es un ejemplo muy interesante. En épocas en las que el éxito se mide por cuestiones muy vagas o banales, la obra demuestra que la gente puede interesarse también por creaciones muy profundas y difíciles.

El éxito de la obra es una sorpresa enorme para mí. Yo suponía que era algo que podía funcionar para unos pocos. De hecho, lo empecé haciendo un solo día creyendo que hacía un espectáculo para darme un gusto. Me sorprendió mucho que la gente se sintiera identificada con mi historia, con algo personal y quisiera compartirlo de la manera que lo está haciendo. No me alcanzan los días de función, tengo más venta que capacidad en la sala. Me sorprendió absolutamente, porque la realidad dice que la gente solamente se quiere divertir o que el éxito sólo es para los eventos muy promocionados por las redes. Se ha dado todo lo contrario, no salgo de mi asombro.

Y desde un punto al otro, el éxito que fue Toc Toc durante tantos años también es muy sorprendente.

Sí, me pone en un lugar que agradezco. Hice la obra más vista de la historia del teatro argentino en una sala comercial y al mismo tiempo la obra más convocante del teatro independiente. El final de Toc Toc es fuerte, un gran cambio. Fueron más de 2700 funciones, nueve temporadas seguidas de enero a diciembre sin parar nunca. Tengo un hijo que va a cumplir siete años y nunca me vio en casa después de las seis de la tarde. Ha sido muy raro porque en general los actores trabajamos esporádicamente, las temporadas no suelen durar tantos años como Toc Toc.

La relación que se forma con el personaje debe ser atípica también

Es una construcción de un gran aprendizaje. Al principio muchos actores famosos y prestigiosos tenían mucho para decirme al respecto, sobre la repetición y la cantidad de veces que lo tenía que hacer. Los primeros años lo hacía ocho veces por semana y llegué a hacerlo catorce veces en una semana. Ellos me decía que no repitiera tanto, que se iba a mecanizar, que me podía cansar. De escuchar a muchos que yo admiré siempre aconsejarme acerca de eso pasé yo a ser quien puede decirle a otros cómo es esto de repetir tanto.

¿Cómo es mantener un teatro como el Chacarerean en el contexto actual?

Yo desde que tengo el teatro le digo a mi equipo que no hay que olvidarse que esto es como tener un barco en altamar. Hay que estar muy atento a las mareas, a los vientos, a las lluvias. Pasan muchas cosas, el teatro es una mercadería muy frágil. Afloja por el clima, porque hay partido, porque hay noticias políticas, hay muchas razones para que la gente decida no salir y quedarse en su casa. En este momento tengo que agradecer porque estamos en uno de los mejores momentos, pese a los altos costos fijos. Nuestra programación funciona muy bien, estamos funcionando a pleno. No solamente El Equilibrista sino también las obras de Gerardo Romano, Gabriela Acher, los shows de stand-up. Estamos teniendo shows de sábado a martes que nos ayudan con los costos fijos, lo que es bastante poco común.

Jugando un poco con el nombre de la obra, ¿Qué valor le das al equilibrio en tu vida?

Por personalidad, por educación, siempre fui muy equilibrado. Naturalmente equilibrado. Siempre dije que soy demasiado educadito porque me acostumbro con facilidad a hacer lo que no me gusta. Por dejar de ser equilibrado y dejar de recibir el elogio de la moderación que tengo naturalmente me arriesgué a mi vocación y pude obtener la mayor felicidad que tengo que es hacer de grande lo que soñaba cuando era chico. El equilibrio y el intentar desequilibrarme es algo que ha tenido siempre un lugar preponderante en mi vida.