En el inicio de 2020 el gobierno de la ciudad de Buenos Aires oficializó el traslado del Ministerio de Educación porteño al corazón del barrio Güemes o Padre Mugica (como lo llaman sus habitantes). La iniciativa forma parte de la idea de fomentar la integración de ese sector de la ciudad conocido como Villa 31 al resto del barrio de Retiro. La problemática generada alrededor de este cambio y el modus operandi habitual de la actual administración porteña promueven la duda acerca del objetivo final de esta nueva obra y sus posibilidades de éxito en materia de inclusión urbana.
Cuenta la mitología que Griegos y Troyanos se trenzaron en una guerra interminable allá por el inicio de los tiempos cultos y que sólo pudo terminarse gracias al perverso ingenio de Ulises, uno de los jefes, quien fingió retirar a las tropas, dejando al borde de la ciudad inexpugnable de Troya, un enorme caballo de madera que en su vientre cobijaba a los mejores soldados griegos. Cuando los troyanos hicieron entrar a la estatua creyendo que se trataba de un regalo de los vencidos, los griegos aprovecharon que sus rivales estaban de festejo y desarmados y arrasaron con la ciudad. Desde entonces, la idea del “Presente griego” es sinónimo de un obsequio que esconde en sus entrañas algo oscuro. Algo así, parece estar ocurriendo en estos momentos con el enorme edificio de 7 pisos del Ministerio de Educación porteño que el gobierno de la ciudad acaba de instalar en el medio del barrio Padre Mugica . La mole vidriada se encuentra dentro del Polo Educativo María Elena Walsh, un predio que ocupa más de dos manzanas y al que se llega luego de transitar por la remodelada calle Perette, bordeada por casas recién pintadas y numerosos comercios. Hasta acá la historia parece color de rosa, sin embargo ni los vecinos del barrio, ni los trabajadores del ministerio están conformes. Los habitantes cuestionan el orden de prioridades establecido y los empleados públicos la inseguridad que viven y una serie de irregularidades detectadas en la obra.
Un plan de urbanización e integración de una zona de la ciudad tan grande demanda mucho tiempo y requiere de varias etapas que vayan contemplando las distintas necesidades de los vecinos del barrio. Empezar con la colocación de un ministerio en el lugar es poner el carro adelante del caballo, el marketing, la gran obra por encima de las necesidades básicas insatisfechas. En un barrio con problemas de cloacas, inundaciones, sin hospital y en el que buena parte no tiene agua desde el mes de julio; poner un bonito edificio ministerial es como empezar comiendo el durazno por el carozo: Un absurdo. Es malgastar el crédito que brindó el Banco Mundial por 51 millones de dólares (que todos pagamos) para el proyecto de urbanización que comprende también la construcción de viviendas de los vecinos desplazados por la obra. ¡Qué distinto sería si se hubiese construido un hospital, en lugar de un ministerio!
Otro motivo de queja vecinal es que con la instalación del Complejo se han establecido nuevas líneas de colectivos que sólo funcionan con ese destino y en horario ministerial, pero al mismo tiempo han dejado de pasar las líneas que normalmente entraban al barrio y lo recorrían, provocando que la zona esté más desconectada que antes. En síntesis; esta primera parte del proyecto de urbanización no hace más que alimentar dudas acerca de cuál es la intención final de este proceso; si promover el bienestar y la integración de los vecinos de la zona a toda la ciudad o generar las bases para un pingüe negocio inmobiliario que sólo beneficiará a un grupo de empresas. Las mismas de siempre.
Por Eduardo de la Serna