La situación de editoriales y librerías en el país y en la ciudad de Buenos Aires, atraviesa una profunda crisis. El obligatorio cierre de locales de venta e imprentas por la cuarentena impuesta para protegernos de la epidemia que nos azota ha dado un golpe tremendo a una actividad que arrastra varios años de decadencia. La suspensión de la 46 Feria del Libro que debió realizarse durante el mes de mayo, agrava la situación.

En mi adolescencia, recuerdo haber escuchado varias veces la frase “¡Agarrá los libros que no muerden!”. En esta época de pandemia a varios les apareció la duda sobre la posibilidad de contagio a través de los libros. El escritor ruso Yuri Zukorov dijo al respecto: “Lo único que contagian los libros son ideas, sueños y sentimientos”. El diario Clarín al ver la merma que sufrían sus ventas, consultó en su edición del 14 de abril a varios expertos buscando que aseguren que el papel de diario no transmite el COVID 19, pero ninguno de ellos brindó la certeza esperada, se limitaron a hablar de bajas posibilidades y aconsejar el lavado de manos previo y posterior a la lectura. Los especialistas tampoco se animaron a expedirse acerca de que el contenido de las notas que publica el diario podría producir alguna enfermedad irreversible en el cerebro de sus lectores. De cualquier manera el descenso abrupto en las ventas que han tenido las editoriales y librerías no puede adjudicarse a la posibilidad de que el virus pueda cobijarse en el papel, sino a cuatro años de gobierno neoliberal que fueron desguazando a la industria editorial. La baja de ventas en ese período fue del 50 % y llevó al cierre de numerosas editoriales y librerías, provocando que la presencia del Secretario de cultura Pablo Avelluto en la Feria del Libro se transformara en una provocación que promovía la reacción y el escándalo año a año.

Lejos quedó el año 2015 en el que la ciudad de Buenos Aires era reconocida por ser la ciudad con más librerías por habitante de todo el mundo con un total de 467 locales en su territorio y un promedio de 25 por cada 100 mil habitantes, superando a Hong Kong con 22, Madrid con 16 y Shangai con 15. En marzo de este año, en las semanas previas al inicio de la cuarentena, las ventas, ya flacas, se fueron desmoronando día a día hasta hacerse inexistentes, dando por tierra con la breve ilusión que la promesa del nuevo gobierno de reflotar la compra de libros por parte del Ministerio de Educación, había generado en el sector. La suspensión de la Feria del Libro de este año ha agravado aún más la situación, ya que se trata de un evento en el que muchos libreros salvan el año. Hoy hay en el país unas 800 librerías independientes en las que trabajan unas 2500 personas, en general se trata de pequeños comercios de barrio, que están al borde del desastre. Para tratar de compensar en algo la situación impuesta por la pandemia, las librerías han implementado un programa denominado “Libros viajeros” a través del cual hacen llegar cada compra a los domicilios de los lectores. De este sistema de delivery están participando unas 400 librerías en todo el país, un centenar son de la ciudad de Buenos Aires y tres de ellas están ubicadas en la Comuna 11, “Soy Leyente” en Villa Mitre, “Libros revueltos” en Santa Rita y “La conjura de las artes” en Villa Devoto, Así que ahora no hay excusas: ¡A lavarse las manos y a agarrar los libros que no muerden!

Por Eduardo de la Serna