Por Eduardo de la Serna
Desde el inicio de la pandemia algunos trabajadores de comercio fueron considerados esenciales por el tipo de labor que realizan, entre ellos los que trabajan en locales de venta de alimentos, artículos de limpieza, farmacia, ferretería, empleados de correos y transporte de mercaderías. Por esta exposición constante constituyen una segunda línea de trabajadores con riesgo de contagio y al mismo tiempo, difusores del virus, después de los trabajadores de la salud, aunque con protocolos sanitarios mucho menos estrictos que estos.

A fines de junio, los vecinos de Villa del Parque se vieron conmovidos por el cierre de dos comercios emblemáticos de su centro comercial; el supermercado Tendy de la calle Cuenca 2730 (el Chino Grande de Cuenca) y la panadería y pastelería La Nueva Muguet, en Nazarre 3285, ambos cerrados por encontrar casos de COVID-19 entre sus trabajadores. Pero no todo el mundo empresarial se mueve de manera responsable, La página de los Trabajadores de Supermercados está atestada de denuncias de casos de corona virus en diferentes locales de la Ciudad y el Gran Buenos Aires. A fines del mes pasado se denunciaban 420 casos positivos (sin contar en la estadística a los supermercados chinos) correspondiendo 170 a Coto, 113 a Carrefour, 42 a Disco, 24 a Jumbo y el resto a otras empresas. Para dar algunos ejemplos en CABA; en el barrio de Belgrano aparecen los Coto de Teodoro García 2419, Maure 1725, Cabildo 545, y los Disco de El Cano 3174 y Naón 2142, en Palermo los Disco de Bulnes 2117 y Gorostiaga 1636, y los Jumbo de Santa Fe 4950 y Bullrich 345.
Los Barrios de la Comuna 11 no se encuentran entre los más perjudicados, pero aparecen en el listado el Easy de Warnes 2703, el Maxiconsumo de Bolivia 2785 y el Coto de Alvarez Jonte 2502. Pese al alto nivel de contagios que presentan las cadenas de supermercados, el modus operandi empresarial se repite casi de manera calcada: Ante algún caso de COVID-19 positivo en el personal de la empresa, como mucho se cierra el local por unas horas y se procede a desinfectar su sector de trabajo, a los compañeros cercanos se los traslada a otras sucursales y a todos ellos se les exige mantener en silencio la cuestión si no desean quedarse sin empleo. Medidas que dejan en claro que a la hora de elegir entre poner en riesgo la salud de los trabajadores y clientes o el negocio, eligen sin dudar esta opción. El caso más emblemático de este accionar nefasto es el de la cadena Coto, que lidera con claridad el ranking de sucursales infectadas con el virus y que a lo largo de estos últimos meses de cuarentena ha generado diferentes conflictos como el ocurrido en la sucursal Lanús en la que su gerente Eduardo Búfalo amenazó a los gritos a los trabajadores ante la posibilidad de cerrar el local o el ocurrido en la sucursal de Ramos Mejía, con el propio dueño de la empresa colocándose al frente de una manifestación en plena cuarentena para impedir el cierre de su negocio por incumplir normas bromatológicas. No es de extrañar la actitud de este empresario “modelo” argentino, el mismo al que en el año 2017 le encontraron un arsenal con armas de guerra en uno de sus locales en el barrio de Caballito (delito por el que cualquier ciudadano argentino termina preso y él fue desprocesado por falta de mérito), el mismo Don Alfredo que se llena la boca hablando de su argentinidad pero tiene varias empresas Offshores fuera del país además de la Coto Real Estate Developments Llc,, en Miami y la Fiaisow Holding S. A. en Panamá, el mismo Coto que en el año 2016 blanqueó 3.000 millones de dólares, sólo una parte de lo que ha fugado a paraísos fiscales. Así son la mayoría de los grandes empresarios argentinos; sacan los changuitos llenos de dinero al exterior y dejan los changuitos llenos de virus en el país. Quizá, ese, sea el mayor problema que enfrenta la República Argentina.