Por Eduardo De la Serna
“Los milagros no existen, pero que los hay los hay” decía mi abuela. En plena pandemia, en medio de una ciudad asediada por la peste; un milagro ocurre todos los días en el Barrio de Villa del Parque: Juan Carlos “Tata” Cedrón, uno de los máximos referentes de la canción popular argentina, abre la puerta de su casa y desde allí brinda un breve recital personal a los vecinos interesados. Una tromba de aire fresco que oxigena los barbijos y nos invita a pensar en un mundo mejor.
Antes de partir a la cita que pauté con Juan Carlos en la puerta de su casa de la calle Enrique De Vedia, escuché por última vez al cuarteto Cedrón:
“No se inmute amigo/ la vida es dura /con la filosofía poco se goza /eche 20 centavos en la ranura/ si quiere ver la vida color de rosa” dice la poesía de Raúl González Tuñón, exaltando esos parques de diversiones de las primeras décadas del siglo XX, llenos de atracciones circenses y máquinas a través de las cuales, mirando por una ranura se podían ver bellezas inalcanzables. Quizá fue esa la imagen que llevó al Tata a tomar la decisión de abrir, no una ranura ni una hendija sino de par en par las puertas de su casa para compartir su música con una generosidad poco habitual en un mundo en el que hasta la palabra libertad empieza a tener gusto a egoísmo.
En este caso no hubo que echar ninguna moneda por la ranura ya que los conciertos al paso que brinda nuestro vecino son regalos musicales (que obviamente pueden ser retribuidos por otros regalos) y a diferencia de las máquinas de los parques el encanto está al alcance de nuestros oídos. No de nuestras manos, por el virus, pero sí de nuestros codos, para un saludo cordial.
Con 81 años cumplidos El Tata dice que se le ocurrió dar esta especie de serenatas invertidas, en las que el músico está sentado en su casa y la persona homenajeada parada a unos metros en la vereda, con la idea de combatir la soledad que nos provoca el aislamiento, como una manera de fomentar la inventiva popular y el espíritu creativo en medio de una realidad hostil. Él conoce muy bien lo que es la adversidad, debió exiliarse con toda su familia en Francia perseguido por la Triple A y la Dictadura militar, allí vivió 30 años y tuvo relación con Julio Cortázar, Jean Paul Sartre, Michel Foucault, y Paco Ibáñez entre otros. El escritor argentino le dedicó a la familia Cedrón un capítulo en su libro “Un tal Lucas”, Un apellido ligado al arte y la cultura en todas sus facetas. Los hijos del Tata, Emilio y Román, también dedicados a la música, su hermano Jorge y sus sobrinos Lucía y Andrés dedicados al cine, su hermano Alberto, dedicado a las artes plásticas y también su sobrino Pablo, más conocido como actor y guionista.
Juan Carlos es un especialista en musicalizar poetas. En sus 56 años a la cabeza del cuarteto, ha trabajado también con la obra de Gelman, Cortazar, Arlt, Manzi, Vallejos, Girondo, García Lorca, Bertold Brecht y Dylan Thomas entre otros.
El primer tema de su concierto fue “Alabama blues”, sobre un poema de Tuñón que termina diciendo: “Un hombre negro muere cada día en Alabama” y me hizo pensar en que la miseria humana no ha cambiado demasiado en el último siglo. Aun así, al volver a mi casa caminando por las calles de Villa del Parque después del maravilloso momento vivido, sentí que había sido testigo de un milagro; un suceso bello, sensible, filantrópico, comunitario en medio de una sociedad que sólo sabe sacarse la pelusa del ombligo. Una mosca blanca, Una oveja roja en el campo negro. Un hilito de esperanza.
Los turnos del concierto al paso pueden pedirse a antoniagarciacastro@gmail.com a partir del 21 de Septiembre.