Escritor, abogado y militante popular, Demian Konfino acaba de lanzar su nueva novela: Operativo Mataderos (Ediciones CICCUS, 2020), un policial protagonizado por la Doctora Florencia Amarilla, una joven abogada comprometida en esclarecer el crimen de Dieguito Gómez.

Por Federico Giménez

Foto: Agencia Paco Urondo

Brújula Barrial: A pesar de tratarse de una ficción, hay muchos elementos extraídos de la vida real que dan verosimilitud al caso: ¿Cuánto de ficción y realidad inspiran a la trama de este libro?

DK: Mi intención fue contar una historia con un fuerte anclaje en un contexto reconocible para el lector. Que los personajes, a través de sus acciones o sus pensamientos, interpelen o generen empatía en el lector, en razón de la propia experiencia del lector, en función de sus propias emociones. Para eso, el contrato tácito con el lector es que perciban que les estoy contando una historia posible o, a lo mejor, probable. Por qué no real.  De todos modos, es literatura. Estoy contando una historia de ficción, pero que -en sus trazos gruesos- bien pudo haber sido verdadera.

«Tuve la necesidad de aportar un granito de arena al movimiento villero desde la literatura»

Demian Konfino

Brújula Barrial: ¿Cómo fue pensar y sentir la historia desde la protagonista Flor Amarilla?

DK: Complejo. Flor narra en primera persona. Tuve que ponerme en sus zapatos para escribir, explorar sus emociones y alcanzar su voz. En este libro, de algún modo, tuve que continuar con esa voz que nació en La Mala. Pero, a cada paso, a medida que iba escribiendo debía sentir como ella e intentar reflejarlo así en el papel. Por eso te decía que complejo. El resultado es un personaje con el cual yo, autor, empatizo mucho. Eso queda claro.

Brújula Barrial: Tanto el autor como la protagonista son abogados: ¿Qué diferencias y similitudes hay entre Florencia Amarilla y Demian Konfino?

DK: En principio, debo decirte, ejercemos la profesión en ramas del derecho diferentes. Por otro lado, el origen. Nos ha condicionado de manera disímil. En el caso de Flor, ella asume su rol de abogada villera. Es su identidad. Con sus luchas, sus orgullos y sus cruces. La mía es otra, la de un joven de clase media conurbana que creció en los noventa escuchando rocanrol y sabiendo que cuando terminara la secundaria estudiaría en la universidad.

Brújula Barrial: Tanto en La Mala, publicada en 2017, como en Operativo Mataderos, nos ubican en escenarios que son los barrios populares de la Ciudad. ¿Cómo se tematiza la villa en estos dos libros y qué puentes harías con tu primera novela titulada Villa 31: Historia de un amor invisible?

DK: Cuatro de mis cinco libros publicados abordan la temática villera. Desde diferentes lugares. Los dos últimos desde el género negro. Haciéndome cargo de contar la violencia. Pero en contexto. Pibes que no nacieron chorros. Pibes que son queridos por su entorno, que intentan salir de la mala y no pueden. O pibes que están en el filo de la marginalidad y, aunque intentan escapar, siempre terminan cortándose.

En Villa 31 conté una historia de amor en el marco de un entorno político: la lucha por la urbanización. Esa novela pintaba la villa desde los lugares que habitualmente no se conocen y que, al mismo tiempo, son reales. Me refiero a la organización política, los lazos culturales y deportivos, la solidaridad.

Brújula Barrial: El libro que antecede a esta saga de novelas negras es Patria villera. Villa 31 y Teófilo Tapia: historia de una lucha (Ediciones CICCUS, 2015): ¿Cómo influye tu militancia en la villa en esta nueva etapa de ficción literaria?

DK: Justamente Patria villera es el otro libro sobre temática villera. Y tiene otro registro. Si bien hay capítulos de crónica, hay mucha investigación documentada. Es la historia de las villas de Buenos Aires, en particular la de Retiro y, más en particular, la vida y obra del primer ciudadano ilustre villero, Teófilo Tapia.

Milité activamente muchos años en villas y tuve la necesidad aportar un granito de arena al movimiento villero desde la literatura o desde la investigación historia.

Brújula Barrial: ¿Cómo fue tu relación con el barrio en la infancia y en la adolescencia?

DK: El olor a lúpulo de la cervecería Quilmes, en los días de humedad. La comparsa con la que mangueábamos a autos o vecinos para el muñeco de petardos de fin de año. Los picaditos en las calles de asfalto. Los jueguitos de verdad o consecuencia en la vereda. La adolescencia vino cargada de mucha cancha, llevando bandera de local y visitante, y mucho recital de rocanrol.

Brújula Barrial: ¿A partir de qué momento te interesaste por el derecho como campo profesional?

DK: En la secundaria. Cuando me gustaban “historia argentina” y “educación cívica”, dadas por el mismo profesor. Cuando ponía la cara por mis compañeros. En ese entonces, se armó un centro de estudiantes para el que fui elegido delegado de mi curso.

Brújula Barrial: ¿Cuál fue la novela que terminó por despertar tu vocación por el género negro y por qué?

DK: Hay muchas. No hubo una en especial. Soy lector habitual del género. Me gustan mucho los autores nacionales del género. Feinmann, Saccomano, Sasturain, Dal Masetto, De Santis.

Brújula Barrial: La Mala fue un libro leído en cursos de secundaria en escuelas de Ciudad y del Gran Buenos Aires: ¿Cómo crees que le llega esta historia a l@s jóvenes?

DK: Sus protagonistas son adolescentes. Genera una identificación ahí. Hablan como ellos. Comparten códigos e incomprensiones. Creo que puede explicarse en parte por esa empatía.