Nadine Lifschitz escribe ocho cuentos que dan cuerpo a “Bebé vampiro”, la novedad de Concreto Editorial. El libro recopila imágenes de lo sensible, de la existencia. Un grupo de amigxs baila en un boliche repleto, los cuerpos se tocan, se chocan, se mojan. Una mujer disfruta entrando a su operación, recostada ya en la camilla mientras otra, en otro lado, quizás en otro momento, acaricia despacio y maniática el almohadón de su analista. Sensaciones, (con)tactos, roces, miradas, corridas. Amistades fuertes y enraizadas que se desprenden por la distancia, un hombre que aparece subrepticiamente frente a tres adolescentes. Distintas experiencias atravesadas por lo azaroso de vivir, de tomar el riesgo, de desprenderse de lo familiar. Y a su vez, ocho cuentos que coquetean con el núcleo de madres, padres, hermanxs. Cuentos empapados de lo conocido y que aún así atisban a ironizar los lugares comunes, determinados discursos en torno a lo cotidiano.

¿Cuáles son los límites entre la realidad y la ficción? ¿Existe tal distancia, tal escisión? Aquí Nadine Lifschitz salta y expone hechos de su propia vida que al convertirse en relato pierden el carácter de lo propio y pasan a ser otra cosa. Porque al pasar por la palabra, por la estructura y la distancia se convierten en algo ajeno, en algo maleable. La escritura, entonces, como ese espacio de circulación de sentires, decires, acontecimientos, dudas, donde todo se entremezcla, donde todo puede convivir. Ocho cuentos que son el espacio para el deseo y la repulsión, para la enfermedad, el asco y el amor, donde lxs personajes se narran complejxs, con los vaivenes humanos. Ocho cuentos que exponen una y todas las historias, que recopilan algo de lo genérico, que punza en lxs lectorxs, para que una parte de lo íntimo flote y se exponga a la luz. El primer amor adolescente, la muerte de alguien a quien amamos, las maternidades, lo que se quiere ser y no se puede, lo que se es y no se quiere, todos los afectos que tironean de personajes que parecen perdidxs y a su vez cómodxs en esa desorientación.

Cuatro de los ocho llevan epígrafes, breves fragmentos que introducen la historia y también, de un modo sutil, casi susurrante, proponen un diálogo con otrxs autorxs. Cuatro de los ocho que están en relación no sólo con otrxs escritorxs sino con otras historias, con otros personajes, con otras existencias. Un cuento que comienza pendiendo de otro, en una espiral, en un murmullo. Con esta decisión, la escritura tiende puentes para que lxs lectorxs crucen a textos que han marcado, que han dejado huella tanto en la autora como en lxs personajes protagónicxs aún desconocidxs. Epígrafes que abren la puerta a los cuentos, que hacen una invitación. Y como lectorxs es lindo dejarse llevar de vez en cuando.

Francisca Pérez Lence