Reseña de “Dar (el) duelo. Notas para septiembre” de Vir/ginia Cano

Mi duelo es el de la relación cariñosa y no el de la organización de vida. Me llega con las palabras (de amor) surgidas en mi cabeza…

Roland Barthes

Sentir y escribir los duelos incluye un desgarro del yo que enuncia. Una apertura, un dejar aparecer aquello que punza y se mantiene encarnado desde que la muerte irrumpe, descoloca y desordena las vidas. Vir/ginia propone una escritura, y por ende también una lectura, fragmentaria, de a retazos de lo que fue la vida desde la muerte de su hermano. Una escritura que oscila entre la repetición de aquella noche del accidente, y las acciones, quehaceres, pensamientos, reflexiones, tristezas y alegrías que fueron tiñendo la vida del después de. Una vida que como tal se empapa, se ensucia y se mezcla con la muerte del hermano que regresa, que se mantiene anclado en los vínculos familiares, los decires, los rulos y algunos aspectos físicos. Porque lo que propone el libro es una modificación en la concepción del duelo como un proceso con etapas calculables y medibles, con segmentos ordenados y pasos a seguir. Aquí, el duelo desorienta los tiempos, re-arma la existencia, sorprende. “¿Cuántos tiempos portan nuestrxs muertxs? Él tenía 20, yo tenía 14, mi vieja tenía apenas unos años más que yo ahora. Llevo viviendo más años sin él que los que viví con él. (…) Las matemáticas ficcionales son el don amargo de algunos duelos.” Cuántos tiempos portan nuestrxs muertxs y cuántos tiempos abren y disponen para lxs vivxs, cuánto se abre en el espacio de contacto entre unxs y otrxs.

La escritura de a jirones propone una reflexión en torno a los umbrales entre lxs vivxs y lxs muertxs, la incidencia que sostienen lxs muertxs y que perduran en nuestras vidas como una manera de tenerlxs con nosotrxs. Aquellos gestos que repetimos en honor, aquellas cartas que seguimos escribiendo con un destinatario imposible. El libro asume la imposibilidad de desgranar el dolor que incluye la muerte, y comparte con lxs lectorxs una manera de transitarlo comunitariamente. La muerte y el dolor íntimos e intransferibles de Vir exploran y tienden puentes con lxs lectorxs. Lo singular de la muerte del hermano se expande para tocar y moldear las muertes que llevamos lxs lectorxs con nosotrxs. La lectura se cubre, se distorsiona y modifica con las muertes propias en diálogo constante con la muerte ajena. Por ende, la vida propia entra en conversación con las distintas posibilidades de atravesar la tristeza, el temor, y el dolor.

Dar (el) duelo es un libro descarnado. Un libro que tiene su propia piel, que muestra las cicatrices y las llagas de un duelo que acompaña las vivencias de quien lo escribe. Un duelo que se apersona, que se olvida, que se pasa y que marca y lacera. Leerlo es una forma de ensayar otros vínculos con la muerte, su lectura boceta posibilidades amplias de vida y muerte en común. Se comprende que el riesgo de una vida en común, y la creación de rituales y lenguajes compartidos, incluyen la intuición y la certeza de la pérdida. Que la pérdida ronda, pero que la existencia comunitaria contiene ese temor. “Pero asumo que ya intuía que querer tanto a mi mamá me arriesgaba a su pérdida e incluso a un dolor insoportable.” Querer tanto, pero tanto que el miedo se cuela para dejar una marca. Pero querer igual, como dijo Sbarra, “cuando todo duela / amar con mayor intensidad / y cuando todo se torne insoportable / amar el doble.”

Francisca Pérez Lence