David Di Napoli tiene una larga trayectoria en teatro, cine y televisión. Su escena en El Secreto de sus Ojos es una de las más emblemáticas de los últimos tiempos y aun hoy lo paran por la calle para recordársela. En estos días, protagoniza en la calle Corrientes “El acompañamiento” con Luis Brandoni, en uno de los éxitos de esta particular temporada de teatro.
Vos naciste en Buenos Aires, ¿no? ¿En qué barrio?
Soy más porteño que el Obelisco, nací en Suipacha y Paraguay y después fui a vivir con una tía en Viamonte y Callao. MI madre falleció cuando yo tenía cinco meses y luego mi padre se fue a Europa. Mi tía hacía los vestuarios para el Teatro Colón. Éramos tres hermanos y cuando venían a probarse las futuras bailarinas, nosotros nos poníamos abajo de la cama para espiar un poquito. Yo era un pibe, tenía cinco años, los demás eran más grandes y la ligaba yo. Después me fui con otra tía a Suipacha y Arroyo, en la barranca de Suipacha. Todos me dicen “qué bacán”, pero eran todas casas bajas, muy humildes. Nosotros vivíamos en un pasaje en forma de “L”, en cada departamento vivían dos o tres familias, como diez equipos de fútbol cabían ahí, ahora son todas torres. Del otro lado no tiraron nada porque está el museo Fernández Blanco y estaba también la casa de Girondo. Siempre viví en el centro, salvo en una época que estaba en el San Martín, estaba separado y me ofrecieron una casa en Castelar, muy pipí cucú. Dije bárbaro, me gusta leer, pero creo que fui tres veces porque cada vez que iba a viajar le hacían paro a Alfonsín. Subía en Castelar parado y, ya en Haedo, terminaba con el libro en la cara y dije esto no es para mí.
¿Cómo empezaste con la actuación?
Siempre me atrajo. Mi generación, yo soy del 40, se formó con el cine. Veíamos películas y a la noche había una audición en radio Porteña y yo escuchaba a Marrone. Siempre me gustó el teatro. A los 15 años entré a la Caja Nacional de Ahorro Postal. Ahí había un grupo de teatro, como tenían todos los bancos, yo como era chico espiaba, quería ver, me rajaron en la huelga en la época de Frondizi y en un momento dado leí un aviso que decía “Se enseña teatro: Eleonora Dufat y Billy Carbone”. Era más radioteatro. Después, un actor, Daniel de Alvarado, me vio ensayando en El Vitral, que antes era el Teatro de Arte y me metí en Nuevo Teatro, en la Calle Corrientes. Tendría 17, 18 años y de ahí pasé a La Máscara, que estaba en Paseo Colón y Belgrano y ahora es El Colonial. Ahí estaba Hedy Crilla, Fernández, Gandolfo, Alesso. Me costó un Perú porque movías un dedo y te decían “no te creo”. Y después ya no paré haciendo teatro.
Y además sos docente
Si ahora doy clases en El Colonial, esperando para volver a comenzar y estuve más de veinte años junto a Lito Cruz. Eso comenzó cuando estábamos en La Máscara, estábamos buscando una actividad física relacionada con el actor, no una gimnasia convencional. Ahí fuimos todos, Fernández, Agustín Alesso, Lito Cruz, Luppi, Elsa Berenguer. La profesora, una mujer mayor, se enganchó mucho conmigo y me dijo si no quería aprender para dar clases, y empecé a darle clases a los de La Máscara.

Trabajaste mucho en cine y televisión, pero quiero que me cuentes una anécdota de una película particular. ¿Es verdad que aún te paran por la calle por tu personaje de El Secreto de sus ojos?
Siempre me paraban y me decían “usted que es hincha de Racing” y yo les decía “yo no soy de Racing, soy un actor, no es que si hago un asesino soy un asesino”. Yo soy de Argentinos Juniors y con el tiempo dije para qué le voy a cortar el mambo a la gente. Ahora les digo “Aguante La Academia”. Cada vez que le hacen una entrevista a Campanella, Darín o Francella pasan esa escena en el bar. Hasta el día de hoy me gritan “¿cómo forma Racing?”. Campanella tiene mucha mano para cuidar a los actores. Esa escena está filmada en San Telmo, no en Tribunales como parece. Nos mandó a tomar algo y cuando llegamos al lugar ya estaba todo armado. Es un boliche que no existe más. Cuando me vieron los del barrio, que yo era de ahí, me decían “qué hacés con Darín”. Yo era Gardel y Lepera. Es que es una escena emblemática, tan verosímil que la gente confunde a la persona con el personaje. Una vez me llamaron de un programa en televisión, uno que había una red y jugabas al cabeza. Yo jugaba con Gioia que nunca había cabeceado nada en la vida y nos mataron. Como mi escena tenía que ver con el fútbol, me preguntaron cómo había construido el personaje y les dije la verdad, “con hacer un borracho ahí en el estaño me sentí bárbaro. Ahora, ser hincha de Racing me dio un dolor de huevos…”. En ese momento se mataron de risa, pero cuando hay un corte me dicen, “David, arreglalo porque están llamando los hinchas, te quieren asesinar y nos van a matar a todos”. No sé cómo, lo saque de la manga y dije “tengo muchos amigos de Racing, yo iba a la cancha a ver a Rubén Sosa, a Belén, a Corbata”. Eso es verdad, hablé maravillas de Racing.
En “El acompañamiento” estás haciendo el protagónico en la Calle Corrientes con Brandoni, ¿Cómo les está yendo?
Con este nuevo reinicio, con un aforo del cincuenta por ciento está yendo muy bien, estamos llenando. Fue una obra que se hizo en Teatro Abierto. Se hicieron cantidad de obras, era una forma de respuesta a la dictadura militar, era la época que incendiaron el Teatro El Picadero. Fue una de las pocas obras que una vez terminado Teatro Abierto siguió teniendo vida propia. En ese momento la hacían Carlos Carella y Ulises Dumont. Es la historia de un tipo que se encierra en el cuartito del fondo en un lugar humilde. Hay un atorrante, que nunca falta en los barrios, que lo engrupe que lo va a llevar a la televisión. MI personaje es el de un amigo de él, al que lo manda la familia para convencerlo que se deje de joder y que salga. Tiene un final que es fantástico pero no lo voy a contar.
Guillermo Cerminaro