La esperanza de que la pandemia contribuyera a generar un mundo mejor se ha hecho añicos con el correr de los meses. Lejos de eso, en todas partes, la humanidad parece dispuesta a mostrar su lado más miserable. Los apologistas de la muerte aullan todos los días desde las redes y los medios de comunicación. Las noticias policiales son las vedetes de los noticieros, donde sesudos analistas pueden estar media hora filosofando acerca de las imágenes que muestran, una y otra vez, a una mujer llevándose sin pagar tres corpiños de un comercio o  a un hombre golpeando con una maza a un cajero automático. Como si no hubiera otras noticias más importantes para mostrar, como si no se evadieran, fugaran,  robaran, todos los días cientos de miles de dólares a través de diferentes formas de fraudes fiscales, financieros  y comerciales, como si esta fuga constante de divisas no fuera la responsable de la mayor inseguridad que vivimos los argentinos ¿Cuántos miles de personas son condenadas a la pobreza, a la enfermedad y a la muerte por estas estafas de guante blanco cometidas por perfumados empresarios?¿Cuánta gente murió en silencio luego de la crisis del 2001 porque ya no pudo comprar remedios o pagar una cirugía, mientras los camiones de caudales se escapaban con el dinero de los argentinos por todas las fronteras del país? ¿De la seguridad de quién, hablan los adalides de la mano dura cuando hacen apología del armamentismo y el gatillo fácil? ¿A quienes quieren aplicarle la doctrina Chocobar o convertir en un queso gruyere  Milei, Espert, Bullrich, Macri, Berni y todos sus acólitos? ¿A quienes defienden mientras proponen tirotear a ladrones de gallinas? En las investigaciones realizadas por el consorcio de periodistas internacionales que derivaron en los Panamá, Paradaise y Pandora  Papers aparecen más de mil argentinos relacionados a cuentas off shore no declaradas en el país. La flor y nata del empresariado nacional: Mauricio Macri, Amalia Fortabat, Gregorio Perez Companc, Carlos Blaquier, Héctor Magnetto, Eduardo Eurnekian, Alfredo Coto, Luis Pagani, Daniel Garbarino, Alejandro Roemmers, Alejandro Bullgheroni, Eduardo Eiztain, Marco Galperín son algunos de esos empresarios ilustres fugadores de divisas, entre los que también hay algunos políticos y deportistas. ¿A ellos quieren llenar de agujeros  los paladines del rifle? ¿Milei y Bullrich están proponiendo descoser a balazos a su amigo Macri? ¿Quién ejecutaría ese asesinato? ¿La misma policía de la ciudad de Buenos Aires que unos días atrás asesinó al futbolista Lucas Gonzalez e intentó fraguar un inexistente tiroteo? ¿La misma que en una plaza del barrio de Constitución, ese mismo día, realizó diez disparos e hirió a un transeúnte para reducir a un hombre con un brote psicótico? ¿La misma que desde hace dos años oculta información sobre la desaparición de su propio agente Arshak Karhanyan? ¿La misma que en noviembre de 2015, fraguó los hechos para encubrir el intento de homicidio de Lucas Cabello en la puerta de su casa en La Boca, producido por el efectivo Ricardo Ayala quién le encajó un tiro en la cabeza y lo dejó postrado en una silla de ruedas hasta hoy? Encubrimiento que contó con la ayuda inestimable de la por entonces vice jefa de gobierno de la ciudad; Maria Eugenia Vidal, quien con su cara de hada buena salió inmediatamente por todos los medios a respaldar la versión policial, ignorando los pedidos de justicia de familiares y vecinos. Hoy, Ayala se encuentra condenado a 16 años de prisión por el hecho, y Cabello, padeciendo las secuelas, esperando que la Cámara confirme la pena para que su agresor vaya definitivamente preso y deje de merodear su vivienda. La flamante diputada por la ciudad nunca pidió disculpas, ni fue procesada por encubrimiento, sin embargo fue premiada con el voto de la mitad de la población porteña ¿Hay algo más absurdo que pensar que una sociedad más segura se construye a los tiros? La obscena distribución de la riqueza es el factor básico que promueve la inseguridad. Si las condiciones de vida de una parte importante de la población no se solucionan mientras otros se dan la gran vida; no habrá seguridad para nadie y cuantas más armas haya en juego en manos estatales o privadas; mayor será la inseguridad imperante.

Eduardo de la Serna