Actor, director y técnico; vivió en Argentina, Italia, Dinamarca y Bolivia; fundó el Teatro de los Andes en la ciudad de Sucre, que tuvo que abandonar a causa de las agresiones que sufrió luego de filmar el documental “Humillados y Ofendidos”, un registro de la discriminación a los pueblos originarios de Bolivia.

¿Cómo fue tu infancia en relación al barrio donde naciste?

Bueno yo no viví en el barrio donde nací. Me fui a los 2 años de Buenos Aires, mi familia se fue a Tierra del fuego. Ushuaia en esa época no era una ciudad turística como ahora, eran 2.000 almas, casas de cartón prensado, obreros madereros, portuarios, estaba la base naval que era la actividad principal; la prisión ya se había cerrado. Era muy duro vivir ahí, mi madre era directora del colegio nacional y mi padre oficial de justicia del juzgado. Mi padre fundó dos de los sindicatos más importantes de la zona: el de obreros portuarios y el de madereros, de hecho, en la revolución libertadora lo consideraban comunista, pero no lo era, era solo un hombre sensible, ni si quiera era peronista. No se ocupaba de la política. Después nos fuimos a la provincia de Buenos Aires, a Dolores, cuando yo tenía 6 años, ahí me quedé hasta los 14. Cuando mi padre se enfermó, nos fuimos a la Ciudad de Buenos Aires para que lo atiendan, pero falleció a mis 15 años. Ahí trabajé y estudié en la secundaria hasta que a los 17 años largué todo y me dediqué al teatro. Desde mis 17 que vivo (o sobrevivo) del teatro.   

¿Y cómo fue ese enamoramiento del teatro?

Mis padres hacían teatro independiente en Dolores, pero yo nunca me subía al escenario. Mis hermanos todos actuaban y yo no, era el único que no actuaba y el único que se terminó dedicando al teatro. En realidad, me dedique a esto porque el teatro es el único lugar donde mi cuerpo y mis pensamientos se encuentran. Yo siempre escribí, desde muy chico, en el teatro yo puedo conectar la voz, el cuerpo y la poesía para hacer música. No sabía si me iba a resolver la vida, pero seguro que podía concretar mis deseos. Eso pasión me hizo poder dedicarme a ser actor, director, dramaturgo y técnico también; un lugar donde el trabajo corporal e intelectual se mezclan mucho, eso me parece una de las cosas mas importantes de la vida: no hablar sin hacer y no hacer sin pensar. 

Fundaste un teatro en Bolivia ¿Cómo fue esa experiencia?

El Teatro de los Andes nace en 1991, pero yo estaba construyendo el proyecto desde 1986. Ahí comencé a ahorrar el dinero para poder armarlo. Yo estaba exiliado en Italia, desde la dictadura, y en ese momento no sabía dónde iba a ser el teatro, quería crear un lugar donde se pudiera trabajar y ensayar sin pedir permiso. Quería que sea en América Latina y sabía que para hacer teatro en ese continente tenía que garantizar ciertas condiciones: un lugar para vivir, un lugar para ensayar, un medio de transporte para llevar las cosas y medios técnicos, o sea luces y un pequeño equipo de sonido. En 5 años junté los medios técnicos y los mandé por barco, primero a Chile por barco y después s Bolivia, pagando todos los impuestos correspondientes. Al mismo tiempo ahorré el dinero, yo me llevé el dinero adentro de una carpeta de música, entre una partitura y otra cerrado con cinta tenía 70.000 dólares, que en esa época era más dinero que lo que es ahora. No confiaba en los bancos, por eso la llevaba encima. Con eso compré el medio de transporte, la casa (el medio de transporte me salió más caro que la casa) la casa eran 3 hectáreas de tierra de una propiedad abandonada en Yotala, cerca de Sucre. Ahí construimos el teatro, las habitaciones para las residencias y para nosotros y nos quedamos sin dinero. Ahí le dije al grupo que teníamos dos posibilidades: o trabajamos varios meses, pero para vivir tenemos que ir a tocar en la calle o nos dedicamos en un mes trabajando día y noche y hacemos la primera obra del teatro. Decidimos la segunda opción y ahí sacamos la obra Colón, que fue un éxito en Bolivia.   

Teatro de los Andes, Yotala, Sucre, Bolivia

Filmaste el documental “Humillados y ofendidos” en Sucre ¿Qué consecuencias trajo en tu carrera y en tu vida personal?

Ese documental fue una de las razones por la cual me separé del Teatro de los Andes, creo que en 2006 llega Evo Morales al gobierno y en el 2008 hay un ataque racista en la ciudad de Sucre a los campesinos que habían ido a recibir al presidente. Era el día de la patria y yo había ido a filmar a mis hijas al colegio porque había un acto, entonces tenía mi camarita encima. Me dijeron que estaba ocurriendo algo grave en Sucre, entonces fui y me encontré en la plaza con que los cívicos estaban arrastrando a los indígenas y humillándolos. Sucre votaba en masivamente contra de Evo Morales y en ese momento era gobernada por un comité interinstitucional que nadie había elegido y decidía lo que se hacía en Sucre. Básicamente eran las autoridades económicas y culturales de la ciudad.

Hicimos el documental en 20 días, junto a mi sobrino Pablo Brie y a Javier Álvarez un montajista que se vino desde Buenos Aires y lo tuvimos 10 días encerrado editando. El documental tuvo una repercusión inmensa, para bien y para mal. Para bien porque todo el mundo lo vio, lo difundieron, lo piratearon, lo estudiaron, se vio por todos lados. Y para mal porque en 24 horas me volví el enemigo numero uno de la ciudad de Sucre. Con insultos, ataques personales, atentados a mi coche, entraron a mi casa y golpearon a mi perro, finalmente a mi me dieron una paliza, amenazaron de muerte a mi mujer y a mis hijas. Todo esto coincidió con un momento de crisis interna en el Teatro de los Andes y terminó siendo una de las causas de mi separación. Me fui por un tiempo, sin goce de sueldo, y el resto de los compañeros del Teatro continuaron con el proyecto.

¿En qué estás trabajando actualmente?

Ahora en Italia estoy haciendo lo mismo que hice en Bolivia, he creado una Isla de Teatro, un lugar donde se pueden alojar personas y trabajar sin pedir permiso. Porque aquí también es difícil para los artistas, hay más fondos, más recursos, pero también hay más vivos. Entonces he comprado este lugar, endeudándome con mis amigos, y aquí hago mis talleres, ensayamos las obras, con el tiempo quiero hacer un teatro al aire libre en el jardín. El drama típico en el mundo de los artistas es depender de los demás: de los políticos, de los funcionarios, de las empresas, por eso crear algo autónomo e independiente es la garantía de que nadie te va a impedir trabajar.

por Mateo Missio