En los últimos tiempos se ha ido instalando en el país la idea de que los pobres son los máximos responsables de los problemas que vivimos. Con la pandemia ha florecido en el mundo el sálvese quien pueda y el individualismo a ultranza, la Argentina no es la excepción. El odio de clase aparece con nitidez en el discurso del liberalismo más agresivo y ha ido empujando a sectores moderados e incluso ligados a los sectores populares. El discurso de los Espert y los Milei ha ido contagiando, primero al ala dura de Juntos por el Cambio, luego a las palomas de esa coalición y por último a un sector importante del Frente de Todos, desencadenando una serie de dichos y sucesos. A principios del mes de agosto el jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta, cumplió su promesa de sancionar a las víctimas.  Acompañado de su ministra preferida, Soledad Acuña, la maestra que quiere imponer el modelo Erich Priebke de educación, determinó que a aquellos alumnos de bajos recursos que no cumplan con un 85% de asistencia a las clases, se les retirará el subsidio que el gobierno de la ciudad les otorga a sus familias. Sobre llovido, mojado. ¡Qué fácil que es sacarles derechos a los pobres! ¡Les quitan el derecho a comer, pero le otorgan el derecho a morirse de hambre! Si un criterio similar de castigo se pusiera en práctica con los especuladores agropecuarios que guardan en miles de silos bolsas unos 14.000 millones de dólares (treinta veces más que todo el presupuesto  que la ciudad de Buenos Aires destina a acción social) obligándolos a liquidar los impuestos correspondientes  dentro de los 90 días de producida la cosecha so pena de perder toda la producción ensilada, seguramente  saldrían los grandes medios y una buen parte de la ciudadanía a defender el derecho a especular con el hambre ajena.

Otro que también dio la nota al respecto, fue el precandidato a la presidencia por Juntos por el Cambio, el gobernador radical Gerardo Morales, quien inició una serie de razzias por todo la provincia persiguiendo a integrantes de los movimientos sociales con el fin de amedrentar a sus dirigentes y presionarlos para que declaren en contra de Milagros Sala, presa desde hace más de 6 años. La justicia jujeña controlada de manera descarada por el gobernador condenó a 3 años de prisión a la dirigente social porque un empleado de Morales, declaró que alguien le dijo que la líder de la organización Tupac Amaru les dijo a otros que le tiraran huevos a su patrón ¡3 años de prisión por semejante disparate! ¡Ni a Stalin se le hubiera ocurrido algo semejante! Sin embargo pocos alzaron la voz para protestar por el atropello. ¿Se imaginan qué pasaría si se pusieran presos a todos los empresarios agropecuarios que cortan rutas y promueven la violencia constantemente? Pero claro es mucho más fácil pegarle a quienes defienden a los pobres, mucho más si su rostro es aindiado y su carácter altivo.

La más sorprendente de esta seguidilla de golpes sufridos por los más humildes   resultaron ser las fallidas declaraciones de la Vicepresidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner, desvalorizando el trabajo que realizan las organizaciones sociales. Porque más allá de las internas políticas, más allá de las corrupciones particulares que pudiera haber en ellas y que debieran ser examinadas y sancionadas como corresponde. Son estas agrupaciones populares las que han sostenido y todavía sostienen a los desposeídos ¡Qué hubiera sido de ellos si no hubieran estado organizados durante el macrismo! Está muy bien visto que las clases medias y altas se organicen en sociedades empresariales y profesionales, pero cuando los pobres se organizan siempre se los mira de reojo, no vaya a ser que quieran reclamar algo de justicia. Ahora han comenzado a auditar los planes sociales que otorga el gobierno nacional ¿Para cuándo la auditoría a la Sociedad Rural? ¿A la Cámara Argentina de la Construcción? ¿A los Funes de Rioja, los Macri, los Pérez Companc, los Blaquier, los Rocca, los Pagani, los Peña Braun, los Vila-Manzano? ¿Para cuándo? ¿Siempre el hilo se va a cortar por lo más delgado?

Eduardo de la Serna