Ariel Pukacz es editor y periodista. En 2022 publicó Snuff, su primera novela, que investiga el género del mismo nombre en el que se registran asesinatos para su comercialización y cuyo origen mítico tiene raíces en Argentina.
1. ¿Cómo fue tu infancia y juventud en relación al barrio donde naciste?
Siempre recuerdo con cariño el barrio. Yo vivía sobre Varela y Campana y mi primo sobre Pedro Morán y Campana, a cuatro o cinco cuadras. Nos juntábamos un montón a andar en bici, a ir al shopping, a leer historietas. Tengo muy presente el recuerdo de empezar a callejear por un rango de muy poquitas cuadras. Comprábamos historietas en el shopping de Villa del Parque, ahí compré una primera historieta de Gustavo Sala, se llamaba Falsa Alarma. Sería 2000 o 2001. También había un cine arriba, muy chiquito. Fui hace poco, antes de que cerrara, y arriba estaba todo vacío y había un historietista que daba clases ahí mismo. También había otro cine más al sur que era un cine de monjas, en el Bernasconi. Ahí vi Star Wars con mi papá, año 97. Todos mis amigos siempre vinieron en otros barrios y era muy difícil llevarlos a Villa del Parque, pero a mí me gustaba tener mi microclima, tener mis librerías, los cines a los que yo iba.
2. ¿Te acercaste primero al cine o la literatura?
Más que al cine, quizá primero a las películas animadas. A la literatura me acerqué desde los cómics. Ya en el primario había hecho un par de animaciones en stop motion y hacía unos fanzines de historietas. Para los once o doce años ya incorporaba algunos artículos a esos fanzines. Las dos cosas fueron muy a la par, pero ya en 2004 la literatura ganó mucho terreno, yo tenía quince años. Un amigo me había pasado un libro de Jack Kerouac y a partir de ahí conocí la editorial Anagrama y conocí a Bukowski, Burroughs. Fue la primera vez que compré libros confiando en la editorial, sin conocer a los autores. Eso fue decisivo a la hora de conocer literatura. Después me pasó lo mismo con la editorial InterZona, en 2008. Habían quebrado y los libros estaban a 10 o 15 mangos, compraba cualquier cosa y me encontré con libros fantásticos. En esa época empecé a ver documentales de música. Y me gustaba la idea del guion. Pensar el cine desde lo escrito. Sobre Campana y San Martín había un videoclub, casi en la esquina, era un videoclub familiar. Traían un montón de pelis raras que estaban interesantes. Además tenía un 2×1 en Blockbuster. Ahí había muchas cosas muy mainstream, pero de pronto tenía algunas pelis más específicas. Alquilaba una que sabía que era buena y otra que ni idea. A veces me comía un garrón, pero otras estaba buenísimo. Algunos fines de semana ni salían: veía dos películas un día y otras dos el otro. Era muy lindo ir a buscar las películas, había una cantidad limitada y elegíamos lo que había.
3. ¿Nos podés contar brevemente qué es el género Snuff y cómo llegaste a él?
El snuff es un género cinematográfico en el que supuestamente se registra un asesinato en cámara para su comercialización. Y por lo tanto, no se sabe si existe: es más un mito urbano que un hecho comprobado. No está claro si existe una película snuff en circulación. Por ejemplo, la muerte de Sadam Husein o la muerte del Malevo Ferreyra, que se transmitieron en vivo, no son snuff. Porque se difundió en medios, pero no fue producido específicamente para su comercialización. Esa es la barrera que delimita. Esto surge de una película que Michael Findlay y su esposa Roberta filmaron en 1971 en el Tigre de Buenos Aires. La película se llama The Slaughter. Era sobre una pandilla que se involucraba con una actriz y un director de cine. Pero fue una película olvidada. Cinco años después, en Nueva York, se recuperaron las cintas de esa película y se agregó una escena final en la que se rompe la cuarta pared y se muestra un set de filmación con sonidistas, camarógrafos, y en el que el director empieza a acosar a la actriz. Con la ayuda de su equipo la atan y la empiezan a torturar, hasta que la matan. Lo increíble es que ahí la película corta y no hay créditos, a diferencia de The Slaughter, la original. Lo que da a entender que es un material encontrado. Eso es lo que popularizó la película y le dio verosímil. Esto generó un escándalo a nivel nacional en Estados Unidos, tanto de parte de grupos feministas como ultra católicos, que lograron que la película no se proyectara ni se distribuyera. Así se generó el mito. Yo llegué por la película Tesis de Alejandro Amenábar, que habla de una universidad en la que se filman este tipo de películas. Eso fue en 2008. Y cuando empecé a investigar un poquito y me enteré que era algo que había tenido su origen en Argentina me flasheó un montón y quise investigar más. Después me olvidé por muchos años y en 2021 retomé el tema con la idea de hacer una investigación: ahí me di cuenta que era una novela.
4. ¿Cómo fue el proceso de investigación para escribir el libro?
Al ser tan fragmentaria y mezclar transcripciones de clases, el diario de la protagonista, chats, mails, la novela representó bastante trabajo de pensar qué se cuenta y quién lo hace. Para mí fue muy útil introducir un profesor para a través de sus clases contar un montón de cosas que yo había investigado. La idea de desgrabar sus clases daba la sensación del paso del tiempo, una novela que sucede en 2012 pero que es narrada en 2022, diez años después de lo sucedido.
5. En el momento de la escritura ¿cómo fue elegir la voz de narrador? ¿cambió mucho cuando llegó la hora de editarlo?
Yo quería que las desgrabaciones de clases manejaran la oralidad y el error. Cuando escribís sos más atento y más prolijo, pero la oralidad es más sucia y me interesaba mostrar eso. La intención era molestar al lector hasta el momento en que se deja en evidencia que eso no eran errores, sino la desgrabación de una clase. Para la voz de la protagonista hubo una complicación, que era intentar escribir con la voz de una mujer… no sé si eso es una complicación, pero sí es escribir desde un lugar lejano. Ese fue un desafío que estuvo bueno. Y creo que se deja claro que esa es una voz femenina ya bastante comenzado el texto, esa también era la intención y el desafío. La edición fue un proceso de amplificación, de que todo se expandiera. Yo tengo mi propia editorial, Walden, y podría haberme autopublicado, pero me fue super necesario el rol de un editor, de un otro con el que trabajar ciertas cosas. Walden es una editorial de libros sobre música, ensayos y fotografía relacionados a la música, y desde hace poco estoy publicando algunas novelas medio de culto que estaban perdidas.
6. ¿Qué estas leyendo ahora? ¿Estás escribiendo otro proyecto?
Estoy escribiendo otra novela desde que estábamos editando Snuff. También sucede o está atravesada por el universo del cine, pero desde otro lado.
Mateo Missio