El Tata Cedrón ofrece canciones desde el zaguán de su casa en el barrio de Villa del Parque. En la última edición de esta revista realizamos una cobertura del evento. En esta ocasión decidimos profundizar un poco más.

Tata Cedrón

¿Cómo fue tu infancia en relación al barrio donde naciste?

Yo nací en el barrio de Núñez. En la calle Vedia al lado del puente Saavedra. Las vueltas de la vida me trajeron setenta años después a la misma calle, Enrique de Vedia, acá en Villa Santa Rita y exactamente con el mismo número de la casa donde había nacido.  

Tuve una infancia hermosa, iba a la escuela a la mañana y caminaba junto a otros compañeros del barrio que me acompañaban. Jugábamos en los potreros, entre las montañas de pasto, con los barriletes, al balero, a las bolitas, con los autitos y nos metíamos entre algunos pasadizos al costado de la General Paz. Había un ombú enorme en la calle Grecia, en un patio de ladrillos y decían algunos que había un túnel donde Facundo Quiroga había pasado para reunirse con Rosas. Por eso mi hermano Alberto, un pintor extraordinario, hizo un cuento con Cortázar llamado “La raíz del Ombú” por ese árbol de la infancia. 

Cuando era un pibe de siete años, me sentaba en el cordón de la vereda, con mis pantalones cortos, porque en ese momento recién a los catorce años te ponían los largos como si fuese todo un evento, nos cargábamos de frio y ahí pasaba el lechero con la vaca y la ordeñaba en el momento para darnos la leche en una tasa. Otra época.

«Hay una invasión que nos está cambiando la identidad y penetra nuestra cultura»

Tata Cedrón

¿Y después te fuiste a Mar del Plata?

A los doce años nos fuimos con toda la familia. Pasamos de la ciudad al campo. Eso fue maravilloso. Arábamos la tierra, juntábamos el maíz, las arvejas, las papas, de chico ya trabajábamos. No había luz, no había electricidad, no había agua, todos salimos de un lugar muy limitado, pero terminamos siendo una familia de artistas. Fue una época muy formadora porque nos rebuscábamos la vida. Mi viejo traía del taller donde trabajaba baterías de coches que adentro tienen plomo. Vendimos el plomo y nos compramos una guitarra. Y ahí empecé.

¿Escuchás música actual?

Yo escucho, pero el mercado arruino todo. Cuando surgió el Rock and Roll en los Estados Unidos, en esa sociedad enferma, empezaron a venderle al mundo entero esa música porque eran los jóvenes quienes la consumían. Invadieron el mundo con su pensamiento único y desplazaron la cultura nacional. Acá tenemos un folclore extraordinario, chamamé, zamba, milonga y ritmos que son nuestros. Eso no significa que no me guste “Muchacha ojos de papel”, que me encanta. Pero hoy en día le preguntas a un chico quiénes eran Homero Manzi, Atahualpa Yupanqui y no tiene ni idea. Me parece que hay una invasión que nos está cambiando la identidad y nos penetra nuestra cultura. Por ejemplo, recién fui a comprar bolsas de basura a un negocio y en la puerta dice “Open”, al lado dice “Delivery”, eso es una política de penetración. Todos los países colonialistas dominaron con la lengua y siguen haciendo lo mismo en la actualidad a través de la música y la comunicación. 

¿Cómo surgió la idea de ofrecer canciones al paso en medio de esta pandemia?

Un día estábamos acá con mi mujer y a ella se le ocurrió leer libros por la ventana para los chicos que pasaran. En ese momento le cante una canción también y la idea fue evolucionado. Primero me sentía incómodo y un amigo me dijo de poner una mesa y que me pare arriba, pero a mi mujer le dio miedo que me caiga. Entonces fui a la puerta y empecé a cantarle a la gente respetando el protocolo de distancia. Cuando uno es veterano empieza a inventar cosas y a filosofar. Me gusta esto de cantarle a una persona y no a muchas. A raíz de todo esto me llamaron de Rusia, de Italia, para dar notas por esto de las canciones al paso. Y a los rusos no se las di, pero a vos que sos del barrio sí.

¿En la actualidad tenés un programa de radio?

Radio folklórica, 98.7, los domingos de diez a once. El programa propone reflexionar sobre la noción de «clásicos» de la cultura popular y sobre la importancia de lo sonoro en la formación de la identidad de las personas. 

Por Fermín De la Serna