Recordando su infancia, y sus primeros momentos artísticos, Osvaldo nos cuenta acerca de las experiencias como actor y los sentimientos que esta actividad le representa.

BRÚJULA: ¿Cómo fue tu infancia, en relación al lugar donde te criaste?

OL: La infancia en cualquier individuo es algo único. Igualmente la mía fue una infancia con muchas responsabilidades. Una infancia de juego, pero que siempre estaba ligada a ser un pilar más dentro de la familia. Yo a los 8 años ya era canillita, repartía diarios. Desde ahí hasta hoy, bordeando los 60, no he dejado de trabajar. Y sigo manteniendo ese niño.
Nací en un pueblito que se llama Juan Lacaze en Uruguay, el argentino que tiene la posibilidad de navegar lo conoce también como Puerto Sauce , porque es un pueblo de pescadores donde se pesca mucho Sábalo. Obviamente los pueblos también tienen la posibilidad de una infancia diferente a las grandes ciudades. En ese sentido también fue una infancia privilegiada.

BRÚJULA: ¿Cuál fue tu primer encuentro con el arte?

OL: Con el arte yo creo que desde siempre. Fui público de uno de mis hermanos mayores y de mi padre, porque ellos hacían teatro ocasionalmente en el Teatro del pueblo que era el teatro del colegio, un colegio de curas que se llama Don Bosco. Ya ahí nació mi vínculo.
Yo tengo una imagen fotográfica que me acompaña en cada uno de mis trabajos, en los camerinos, que atesoro. No es cábala, es simplemente acompañamiento. Es una imagen donde se me ve a mi sentado, muy chiquitito, entre el público viendo un espectáculo de teatro donde actuaban mi hermano Luis y mi viejo. Ahí se ve que estoy desde bien pequeño cerca del arte.
Otra anécdota, muy simpática, que me marcó la vida fue cuando tenía 6 años o 7. Le pedí a mi vieja que me hiciera un traje de Papá Noel y me lo hizo de papel crepe. Le pedí hacer de Papá Noel porque yo evidentemente quería repartir cosas a los niños de mi barrio.
A partir de ahí, es el día de hoy, que todos los años me disfrazo de Papá Noel. Pero más allá del disfraz es el vínculo con el otro, es la necesidad del otro, acompañarlo, estar presente frente a las sensibilidades del otro.
A los 14 años creé mi primer personaje que me acompaña hasta hoy. Es un payaso que se llama Pototín, que lo interpreto siempre. Yo creo que todos tenemos ese payaso dentro. Lo hice en un centro educativo en Uruguay, donde participan niños con discapacidades varias. Yo trabajaba ahí.

BRÚJULA: ¿Qué es lo que sentís cuando estas arriba del escenario o en televisión?

OL: Mira, podría utilizar una palabra de mi maestro de teatro; Luis Tasca sobre estar sobre un escenario y actuar, o interpretar mejor dicho, porque actuar actuamos todos, interpretar es lo que diferencia. Él decía que uno debe sentir una sensación como de orgasmo, cuando transita sobre el escenario. De pronto te despertás y decís: ¿Ya dije todo este texto?, ¿Qué pasó? Ni te das cuenta. Eso es interpretación, eso es lo que me pasa y disfruto mucho.

BRÚJULA: ¿Dónde te sentís más cómodo, actuando o dirigiendo?

OL: Mirá yo soy un apasionado del arte, lo que esté relacionado con la expresión artística todo me viene bien, y sobre todo si son desafíos.

BRÚJULA: ¿Qué opinas sobre el arte inclusivo?

OL: Me parece maravilloso. Me parece también que todo lo que se realice o se intente para revertir la discriminación y todo lo relacionado con la ignorancia del individuo, bienvenido sea. Yo creo que esto debería existir desde siempre. Ahora se están viendo muchísimas organizaciones y causas que están relacionadas con la discapacidad.
Fíjate lo que te voy a decir, si vas a cualquier biblioteca, no solo del país, sino de mundo, no vas a encontrar un libro infantil que esté relacionado con estos temas. Desde Caperucita Roja, o cualquiera de estos libros donde los niños comienzan a balbucear sus primeras palabras y a relacionarse con la lectura. Para la literatura infantil de eso no se habla.

BRÚJULA: ¿Como haces para mantener tu físico a los 60 años?

OL: No hay un secreto. Disfruto muchísimo, soy de tomar un buen vino, comer empanadas y asado. Lo que sí, de lunes a viernes hay una disciplina histórica. En lo posible trato de no comer harinas. Ahora dejé de hacer fierros, algo que toda mi vida había hecho. Lo reemplacé por bandas elásticas. Me meto en la pileta de mi casa, que no es climatizada, y pongo las bandas en los laterales. Más allá de lo estético, y aceptando el narcisismo que todos tenemos porque nos gusta estar bien, es por salud.

BRÚJULA: Siempre comentás que tuviste en un momento de tu carrera la idea de “intelectualizarla” y dejar de ser un sex symbol.

OL: Bueno, creo que todos los actores quisimos y queremos ser en algún momento Alfredo Alcón, y él fue uno solo, que se permitió poder transgredir y hacer personajes en la televisión que rompieron estructuras. En la juventud uno siempre quiere hacer de “Hamlet” y los clásicos, y de pronto me perfilé a través de Catriel, el indio (“Más allá del horizonte”, 1993), que también fue un privilegio, hay que decirlo. Por eso hablo de una carrera atípica y diferente, y con todo el respeto del mundo lo digo: no ha habido otro Catriel, no ha habido otro Guevara (“Campeones de la vida”, 1999), otro gitano (“Soy gitano”, 2003), otro profesor de literatura que baile tango (“Franco Buenaventura, el profe”, 2002) y otros tantos personajes que me han tocado en suerte…