Juan hace culto del perfil bajo. Su salto a la popularidad llegó con la tira infantil Floricienta, donde Gil Navarro obtuvo su primer protagónico junto a Florencia Bertotti. Pero después de ese éxito masivo no aceptó una segunda temporada y se dedicó a tomar papeles en diferentes dramas.

BRÚJULA: ¿Cómo fue tu infancia en relación al lugar donde te criaste?

JUAN: Yo me crié en la zona norte del gran Buenos Aires en una localidad llamada Florida, Vicente Loéz, y tuve la suerte “vintage”, de crecer callejeando en bicicleta con mis amigos de la cuadra. Los vecinos me cuidaban a mí, mi abuela cuidaba a los otros vecinos. De vez en cuando encontrábamos un potrero en algún lugar, no muchos por Florida, pero por ejemplo había una casa abandonada a la vuelta, era tipo de 1910, nos metíamos ahí y jugábamos. No nos preocupaba nada, ni las ratas, ni los clavos, nada. Añoro esa infancia, porque tenía mucha aventura. Había una camaradería entre todos los vecinos y una forma de vivir que la verdad añoro. Es muy difícil que las generaciones que vienen vivan esto en la ciudad.

BRÚJULA ¿Cuál considerás que fue el punto de inflexión en tu carrera?

JUAN: Yo no creo mucho en la palabra carrera, me gusta más la palabra oficio. Empecé a los 24 años, pero sin duda el quiebre fue a los 30 años, a partir de un programa mega popular que se llama Floricienta. Fue muy famoso en el momento, pero continuó en el tiempo gracias a las repeticiones y a las chicas que siguieron la serie por YouTube. Eso me permitió a mí una popularidad que me dejó elegir los laburos y además sentarme con gente con la que yo me quería sentar para generar proyectos. De todas formas, un año en ese ciclo para mí fue suficiente, porque las modas en Argentina son peligrosas. Yo ya era un chico grande, tenía 30 y nunca quise quedar pegado a nada. Aun así a pesar de haber hecho una cantidad importante de asesinos y personajes distintos, todavía sigo siendo un príncipe para las pequeñas, y no tan pequeñas. Digamos que esa la única queja que tengo con respecto a eso, pero reconozco que fue un golpazo popular que me permitió elegir hermosos caminos.

BRÚJULA: Si tuvieras que elegir algo que te molesta de tu profesión, ¿qué seria?

JUAN: La ansiedad con la que se hacen las cosas, y por ello, la falta de tratamiento de las historias. La prepotencia, en algunos casos, por parte de productores, de compañeros actores, actrices, etcétera. Hay mucho ego dando vueltas.

BRÚJULA: En tu opinión, ¿qué riesgos asume la tira “100 días para enamorarse”?

JUAN: Yo creo que el primero, en el caso de Sebastián Ortega, como productor, es ser audaz. Es no salir a contar lo que se supone que la gente quiere. Me da la sensación de que Sebastián cuenta lo que él cree que le va a gustar, como quien pone un restorán. Él pone los platos que más le gustan y supone que la gente va a venir. Yo no creo en la fórmula Netflix para diseñar proyectos, es decir a partir de algoritmos, consultoras, marketing. No creo en esa huevada. Sí creo que cuando algo está hecho con corazón, el marketing ayuda a poder difundir. Pero las historias tienen que ser reales, yo creo que “100 días para enamorarse” sostiene eso. Por supuesto que es un negocio, la televisión es un negocio. Pero también propone risa, emoción, como por ejemplo en el caso del cambio de género que se da en la novela, que creo que es el ancla emocional durante la tira.

BRÚJULA: ¿Cómo vivís la lucha feminista que se está dando en la actualidad?

JUAN: A mí me criaron 3 mujeres. Mi abuela, mi madre y mi hermana menor, pero que de alguna manera también me crió. Mis viejos se separaron cuando yo era muy chico, así que viví en casa de mujeres desde pequeño. A veces en joda digo que soy producto del matriarcado. Yo la lucha de las mujeres la he visto siempre. Escuchando cosas que decía mí vieja cuando volvía de la oficina, historias de mi abuela o cosas que le pasaban a mi hermana. Yo creo que esta lucha tomó una merecida notoriedad y, como dijo la compañera Jazmín Stuart, que aunque no hayan aprobado la despenalización del aborto, la revolución ya había empezado. Creo que los hombres, hablando en general, nos vamos a tener que acostumbrar a una nueva manera de entender a la mujer y está perfecto que así sea. Va a haber de todo en el medio por supuesto, resistencias y todo, pero vienen nuevas generaciones que estoy seguro que van a hacer que el cambio no sea tan drástico y con tanta pelea.
Son maravillosas, qué puedo decir, todo lo que se y que aprendí me lo han enseñado mujeres. Mi primeras novias, maestras, actrices de todas las edades. Me he encontrado con mujeres muy generosas.

BRÚJULA: ¿Qué relación mantenés con la virtualidad y la tecnología?

JUAN: No le doy mucha pelota, tengo hace un par de años Twitter e Instagram para algunas cosas que tienen que ver más con el laburo. En Twitter de vez en cuando pongo alguna opinión pero no estoy todo el día con el teléfono colgado. Y para Instagram soy un poco vago, me aburre un poco estar buscando la fotito que sea estética y que funcione. Hay cosas que a veces suceden de forma espontánea y están buenas. Cuando arranqué capaz compartía más cosas, ahora me da un poco de fiaca. Lo único que me preocupa es que toda esta virtualidad corre el foco de lo que es real, de lo que realmente pasa.

BRÚJULA: Si tuvieras que elegir un personaje famoso de la historia, a quién sería y por qué.

JUAN: Me costó elegir a quién. Pero como San Martín es un referente tan obligado por tantos motivos, lo que me gustaría es preguntarle qué opinaría él hoy. Me refiero a ver una clase dirigente tan egoísta tan enfrentada de un lado y del otro, peleándose por una horma de queso. Ver tanta gente tomando partido tan apasionadamente por uno u otro lado. Creyendo que alguno tienen la verdad absoluta. Me gustaría escuchar cuál es su opinión sobre todos estos muchachos que dicen defender el orden democrático.

BRÚJULA: ¿Cuáles son tus planes en el futuro?

JUAN: Hay una obra de William Shakespeare que se llama Hamlet y hay un personaje en esa obra llamado Polonio que tiene un hijo llamado Laertes y cuando lo despide en un momento, porque va a hacer un viaje, le dice que sea honesto, porque si es honesto con él mismo no va a ser falso con nadie más. Mi plan es ese, es decir lo que siento, cuidando las formas, por supuesto, sin lastimar. Pero nunca callarme la boca, poner mi esencia y mi pensamiento en función de la acción. Es eso, tener honestidad generar grupos de trabajo honestos, que piensen en la gente, en ayudar a pensar a la gente. Hacerla reír y emocionarla para que piense.