El primer modelo planificador de la Ciudad de Buenos Aires fue el que trajeron de España los conquistadores con la famosa “Ley de Indias” que proponía ordenar el territorio en forma de cuadricula con una plaza central rodeada de los principales edificios públicos: La Iglesia y el Cabildo. Muchos años, leyes y excepciones han pasado desde aquellos momentos, la ciudad ha crecido y el Gobierno Municipal pretende aprobar un Nuevo Código de Planeamiento Urbano.

La idea de darle una apariencia más uniforme a la Ciudad es el argumento principal  del oficialismo para promover un Nuevo Código de Planeamiento Urbano durante este año 2018; estableciendo la obligatoriedad de construir hasta una altura límite, sin retiros y con un sistema de completamiento de la cuadras. Según lo comunicado, el anteproyecto establece un rango de 6 alturas máximas para las futuras construcciones. Puede preverse que si no se pone límite a las áreas de más altura, y deja de utilizarse la FOT que vincula la superficie que se puede construir con el tamaño del terreno, se producirá un aumento concreto de la densidad. Algunos especialistas establecen que ese incremento podría llegar a un millón de habitantes más y eso empeoraría drásticamente la calidad de vida de los ciudadanos porque se va a aumentar la densidad de la población sin tener en cuenta la capacidad de carga de los barrios y de las comunas. La capacidad de carga es lo que los barrios o un sector de la ciudad pueden soportar en relación a los servicios públicos. No sólo de las redes de agua, cloacas y luz, sino también de todo aquello relacionado con educación, salud y espacios verdes. Ese tipo de interacción entre el aumento de la densidad de la población y la capacidad de carga de la ciudad es algo inexistente en el nuevo Código Urbanístico que no contempla las cuestiones ambientales en ninguna de sus páginas. Esto no es de extrañar ya que la legislatura acaba de aprobar la incineración de residuos, desoyendo las advertencias de todas las organizaciones ambientalistas. El medio ambiente no parece estar entre las prioridades de esta gestión.

Si bien se podría pensar que  la fijación de alturas máximas pondría inhibir la proliferación de torres, los vericuetos del proyecto permitirían, en pos de la uniformidad, tomar la altura máxima de la cuadra, es decir que en las cercanías de una torre, se podría construir otra igual. Además el Nuevo Código permitiría “desarrollos específicos” que también podrían tomar grandes alturas. La nueva norma beneficiaría a los lotes chicos (las esquinas por ejemplo) que podrían tomar la altura máxima de la cuadra.

El nuevo Código, además, deja en manos de empresas privadas la certificación a la aprobación de los permisos de obra. Los particulares y sus arquitectos tienen que buscar en el mundo privado la aprobación  de dónde se puede edificar. Casualmente este proyecto llega en un momento en que la Justicia ha encontrado serias irregularidades en permisos de construcción otorgados por el gobierno y el cambio de legislación ayudaría a ocultarlas. Muchos especialistas aseguran que el Nuevo Código no pretende mejorar la calidad de vida de los ciudadanos sino brindarle seguridad jurídica a las grandes empresas del sector inmobiliario, las que siempre juegan y ganan en la ciudad. Eso sí, el Nuevo Código contempla algo muy importante para todos los vecinos: No tendrán derecho de reclamo aquellos lotes que se vean perjudicados por la nueva norma ¡Otra vez sopa!