A fines del mes de Agosto se produjo un incendio en el teatro Presidente Alvear, uno de los escenarios oficiales más importantes de la Ciudad de Buenos Aires. El siniestro se inició en el exterior de la sala y afectó el frente del edificio, las marquesinas y el cartel principal. El suceso parece una metáfora de la crítica situación que atraviesa la actividad teatral en la ciudad.
Desde hace cuatro años que la segunda unidad en importancia del Complejo teatral de Buenos Aires, el Teatro Presidente Alvear, ubicada en la Avenida Corrientes al 1659, se encuentra cerrada al público, esperando que las autoridades de la ciudad se dignen a comenzar las obras prometidas para su refacción.
El Alvear fue inaugurado en 1942 y cuenta con una capacidad mayor a las 850 localidades. Por su escenario pasaron las más grandes figuras de la escena nacional: Arata, Bozán, Bidonde, Cossa, Lapacó, Gené, entre otros, compartieron su arte con los vecinos de la ciudad y colaboraron en consolidar el sólido prestigio ganado por la sala, en una ciudad reconocida mundialmente como una de las capitales del teatro, por la cantidad, calidad y variedad de su propuesta teatral. Lamentablemente, el estado de abandono en el que lo han dejado caer las autoridades culturales, ha ido convirtiendo al escenario en un refugio para el polvo y las ratas y a su frente en un refugio para indigentes. Algunos afirman que fueron estos desposeídos los que iniciaron el incendio, otros en cambio hablan de una “mano negra” interesada en transformar al predio cultural en un gran negocio inmobiliario. La exagerada demora en iniciar las obras abona esta idea, y recuerda el retraso que sufrieron las remodelaciones que se hicieron en el Teatro Gral. San Martín y que lo mantuvieron cerrado por más de 2 años; así como el particular interés de esta gestión por hacer “obras visibles” en calles y plazas y su poca predisposición para actuar con la misma premura puertas adentro de los edificios públicos; escuelas, hospitales y complejos culturales.
La crisis por la que atraviesa la actividad teatral en la ciudad se agrava mes a mes. El Proteatro, organismo municipal que promueve la actividad en la ciudad, ha subejecutado en 5 millones de pesos el presupuesto del año pasado, y agiganta las demoras en hacer efectiva la ejecución de los subsidios que reciben los teatristas poniendo en peligro la producción de una gran cantidad de obras programadas. A los problemas presupuestarios que atraviesa esta entidad porteña se le suman los que sufre el Instituto Nacional del Teatro que también se muestra incapaz de sostener los apoyos ya otorgados a Salas, Obras y Organización de Festivales. A este negro panorama se le suman la caída de la venta de localidades calculada en un 20% con respecto a la ya flaca cosecha de 2017 y la presión tarifaria que sufren los teatros, poniendo a buena parte al borde del cierre definitivo. La cantidad de salas teatrales en la ciudad que han ido cerrando en los últimos años es alarmante; desde salas históricas o emblemáticas como Teatro Sha en la calle Sarmiento, el teatro del Abasto, el Tabarís, el Kafka, la Ranchería o Liberarte, hasta la docena de pequeños espacios culturales como La lunares en Almagro, que han cerrado en los últimos meses. Más que en un fuego ocasional, los teatros de la ciudad de Buenos Aires arden en una hoguera que las autoridades no pueden, no quieren o no saben apagar.